viernes, mayo 26

El regalo más precioso

I
Caminó otra vez alrededor de la habitación. Miró el reloj por quinta, o séptima vez (daba igual) y por instinto se acercó al teléfono, exhaló el humo de su cigarro y dispuso la mano sobre el auricular. Pensó en su próxima llamada. Sabía muy bien que diría: "Disculpa hija, pero..." y la tonta excusa de turno. Asentiría con la cabeza, balbucearía un par de "Claro, no te preocupes... ya estaremos juntos en otra oportunidad, cuando pueda te aviso". Colgaría. Era la misma rutina y año tras año caía en la trampa. Se repudió por un segundo pero luego se resignó, era la única forma de escuchar esa voz al menos un par de veces al año. Hablar con ella la haría feliz. Eso bastaba.
II
La música del amanecer se coló por la ventana junto al rayito de luz madrugador; ¡Ea! ¡Era hora de levantarse!. Andrea se aseó frente a la ventana (solo a ella se le ocurriría tener un lavabo frente a la ventana, pero ¡cómo evitarlo si la vista era tan bella!), se ordenó un poco los cabellos y salió al pasillo. Canturreaba algo suave y melodioso, saludó a sus gatos, al canario, abrazó efusiva a Eucaris -su nana- y tomó un poco de jugo con desespero. Tanto ánimo y esfuerzo no era usual pero le gustaba ese derroche mañanero. Preguntó por la correspondencia y la nana le informó que había sido enviada y habían recibido solo tarjetas, como siempre. "Lo usual", pensó la niña y suspiró. Bebió otro vaso de jugo, ahora con lentitud, saboreando cada gota del cítrico que tragaba. Removió las tarjetas entre sí, como buscando algo pero pronto se aburrió. - "Papá debería haber llegado ya, ¿no crees nana?, es casi 23. Es un poco extraño".
La nana se encogió de hombros, ¿qué decir?, cada año era la misma pregunta y ella solo conocía la misma respuesta: "entienda, niña..." y le preparaba su pastel favorito para distraerla y contentarla un poco. Sin embargo, dentro de sí sabía que nada era cierto y suspiraba por no ponerla triste. - "Esta tarde vendrá su tía, ¿sabe?... -dijo la nana, cambiando la conversación-. Sería bueno si nada un rato y luego sale a pasear temprano, porque su tía no la dejará moverse después de que llegue." - "Seguro". Mordió otra tostada y se llevó consigo la caja de cereal... Luego, al regresar del paseo, su nana le tendría listo una torta de chocolate o su especial de tres leches dulces. Lo sabía. Sus pasos se escucharon al subir y al bajar, minutos después la puerta del patio se abrió, entró brisa fresca, tibia, ¡splash! el chapuzón; todo seguía su curso.
III
- ... ¿Bueno?... ¿cuándo va a llegar? –susurraba Eucaris por teléfono, mientras Andrea se divertía afuera- la niña está preguntando otra vez, ya no sé que decirle... Esta es la última vez, de hoy no puede pasar... ¿doler?, nadie más que yo podría sentir dolor por ello, pero de hoy no puede pasar. Colgó y prosiguió sus labores.
IV
Llegó la tarde y con ella la tía. La misma rutina de siempre, conversar sobre los estudios, admirar la bella blusa nueva que le regalaba del último viaje a Europa, asentir y sonreír solo lo necesario. Contestar monosílabos y pretender que la problemática de la sociedad de la caridad era inconcebible. Comentar algo sobre las fiestas y los planes futuros. ¡Ah! tres horas de amena y dinámica conversación, al igual que cada tres meses, y tres horas y media en estas fechas cada año. Andrea miró el reloj, apenas pasaba la primera hora y media.
V
- Señora, disculpe el retraso, no podía... - "¡Shiiis! –murmuró la nana- Hable bajo que están en la sala. Venga al estudio conmigo allí terminaremos el asunto". Y caminaron por entre las sombras a la habitación. Una vez allí, el visitante extrajo de su maletín un par de objetos contundentes, un sobre (que la nana se apresuró a leer), puso su sombrero en la mesa junto con un ticket de viajes. "Esto es todo. No pude conseguir nada más". Calló. La nana observó todo poco a poco, repasó las líneas y chequeó los objetos. Caminó en círculos alrededor del salón. No podía creerlo. Esa pequeña fortuna era todo lo que tenían pero no era suficiente ni justo después de tantos años.
- "No me gusta lo que veo" -dijo parca-. "Prometió más señor Raski. Esto no es suficiente. La prenda valía más que esto y la carta es muy clara. Hay que hacer algo ya". Inhaló aire profundamente y meditó unos momentos, prosiguió: "Tiene dos horas. La tía se irá en un rato y quedaremos solas. Diré que salgo a la casa vecina a buscar azúcar y usted tendrá que hacer lo suyo. No tenemos tiempo". Se acercó al hombrecito que seguía callado esperando. "Esta vez no quiero excusas" sentenció. Raski cerró el maletín, trató de explicar su posición pero fue inútil. La orden estaba dada y el tiempo parecía demasiado poco, lo sabía desde hace meses. Mejor era apurarse y no fallar. Salió casi corriendo.
VI
Era tarde, esperaba que Raski no le fallara o se las vería con ella y esta vez no tenía ánimos de perdonar ni complacer. No quería más excusas, no había tiempo para rectificar. - "Niña, oiga: voy al frente donde Anita, ¿sabe? Ella me tiene unos ingredientes que no conseguí en la tienda y bueno, las recetas no son las mismas sin ese sabor. Ya vuelvo". Y la besó en la frente con mucho cariño. Salió. Una lágrima corrió por su rostro sin poder contenerla... en realidad, después de tantos años quería mucho a esa niña, no podía verla sufrir. Andrea regresaría al salón, prendería la televisión y la esperaría sin sospechar nada.
VII
Al cabo de unos quince minutos la puerta se estremeció de golpe. Andrea se sobresaltó, quiso correr y esconderse pero el miedo la congeló. Pensó con desespero "¡Nana, nana!", pero estaba sola. El ruido se hizo más fuerte y solo entonces pudo correr al estudio y esconderse bajo el escritorio de su papá. Temblaba de miedo pero no podía gritar, no sabía que hacer. Esperó. Se oyeron unos pasos fuertes y unos forcejeos más fuertes aún. Eran dos personas que se dirigían justo al estudio, parecían saber donde estaba escondida. Andrea rezó con fuerza y deseó que su nana estuviera allí, ella la protegería... pero no se encontraba con ella y no podía hacer nada.
Alguien encendió la luz, revisó detrás de la puerta y de las cortinas. Luego, las pisadas fueron directas al escritorio y se detuvieron justo frente a él. - "Andrea, sal de allí. No lo hagas más difícil". Un resorte la empujó fuera de su escondite, reconocía la voz pero no la rudeza del encuentro, tenía que ver ese rostro. - "Estas aquí" -dijo entre emocionada y aterrada- "viniste, ¡por fin!" y se incorporaba. Lo veía sin creerlo. ¿Quién era?
VIII
El hombre la agarró con fuerza y la llevó a la sala, sin responder. Una vez allí la sentó y la vio con calma. Trató de acariciarla pero sus movimientos eran torpes. Lloró, no debía hacerlo. Retrocedió y llenándose de valor le dijo en tono grave: "Es hora de que sepas la verdad". - "Papá, ¿qué ocurre?" preguntó ella sin entender la situación. - "Silencio, no interrumpas" -dijo su padre con voz fuerte-. El otro hombre se dirigió afuera rápidamente. Al fondo se oyó que prendían el carro de la casa. - "En este sobre encontrarás un boleto aéreo y una dirección". –prosiguió el padre- "En el maletín hay dinero y una obra de arte muy valiosa. Tómalas" -respiró hondo y dijo como escupiendo- "No soy tu padre, nunca lo he sido."
Ella se estremeció de horror. El hombre sacó una foto de su bolsillo y se la entregó. - "Esta persona es quien más te quiere. Te espera en ese lugar. Allí unos primos te recibirán y vivirás bien. Sales esta noche. El carro espera por ti." Andrea sin entender obedeció. El pasaje decía París y la cantidad de dinero era suficiente para vivir de maravillas muchos meses. Al hombre no le dio tiempo de más, ya la empujaba dentro del auto. Cerró la puerta y le dijo: "En la carta encontrarás la explicación, Andrea... Te amo". La besó en la frente, hizo señas, el vidrio subió y el auto partió rápidamente. Una vez alejado el vehículo no pudo contener sus lágrimas. Al voltear se sorprendió de sentir el abrazo de la nana.
IX
- Era lo mejor –le dijo la nana con voz suave, consolándolo- ¿Cómo decirle a la niña que su verdadero padre solo quiso su dinero? Qué cuando él la buscó fue porque podía disponer de su herencia sin que interviniéramos... Después de tantos años... Para mí era mejor fingir que tú, como su padre, le mandabas regalos y cartas para saber de ella... - Esta será una Navidad triste para nosotros Eucaris, ¡Dios sabe que prefería fingir ser su padre solo para oír esa feliz voz cada Navidad y cada cumpleaños cuando la llamaba y le inventaba una historia... pero, esta vez, no podíamos protegerla. ¿Verdad?. La nana asintió. Caminaron al pórtico de la casa.
- Ella será feliz con sus primos, lo sé -se resignó la nana- el mejor regalo de Navidad para Andrea es un último gran regalo de su "padre" -dijo con amargura-. Es mejor una última mentira que saber que el hombre murió preso, borracho, sin un centavo y sus cobradores embargarán la casa en Nochebuena... Mi niña, estará bien. Lo sé. - "Feliz Navidad mi niña" –dijo al viento el falso padre-. Se apagaron las luces. En la mañana la casa pasaría a otros dueños.


***********Caracas, 1998*************

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