domingo, marzo 30

Subiendo al Cerro El Avila: primer paseo de bebé

... aunque él no lo sepa todavía.

Teníamos casi un año sin subir. Con el tema del embarazo nos daba como
cosita porque el terreno montañoso tiene sus tretas, sin embargo, la sequía invitaba a tomar el riesgo. El día amaneció super despejado; quizá en unas semanas no podamos hacerlo, sea por mi barriga sea porque los guardaparques decidan restringir el acceso al Parque Nacional El Avila en vista de los incendios forestales, típicos de esta temporada calurosa y seca. Había que intentarlo. Ni siquiera me molestó tener que madrugar un bello domingo a las 6:45 am. No tenía una posición 100% firme respecto a ir ni a quedarme en casa; estaba a favor de intentarlo y según como me sintiera seguir avanzando en la caminata o desistir.

Lo bueno del plan es que en lugar de subir por la famosa, empinada y matadora (por lo extenuante de
la ruta) subida de Sabas Nieves, nos fuimos para Quebrada Quintero, un paseo menos riesgoso y más bello por lo accesible de la quebrada.

El Avila National Park Rangers Llegar a Quebrada Quintero es llegar a otra parte. Es increible la paz y tranquilidad que uno puede disfrutar sentadito en las piedras que bordean la caida de agua, usar los troncos como pasamanos, y adentrarse en el pozo... o al menos llegar muy cercano a él.

La Quebrada Quintero es una especie de gran pared de roca natural que aparece al final de
un camino de agua. El agua cae a chorros por la piedra haciendo caminos o chorros de variable intensidad; el pozo a sus pies es el charquito más atractivo pero muy pocos se aventuran. Tiene muy escasa profundidad, pero como el agua es ¡tan fría! lo mejor es quedarse en la ribera para admirarlo con tranquilidad.

La subida se me hizo muy sencilla. Debe ser por lo entrenados que estamos últimamente
(jeje, increible pero cierto). Mi suegra, que subía por primera vez siguió el paso muy bien, íbamos paseando a un ritmo adecuado, sin exigirnos mucho pero sin hacer pausas en el camino.

Llegamos a muy buena hora, todavía se disfrutaba la tranquilidad que la poca gente permite mantener en el lugar. Luego de las 10 am la situación cambia de forma radical y solo nos dan ganas de seguir caminando, cada vez más lejos, hasta llegar al próximo paraje tranquilo, con la quebradita o caida de agua tímida y apacible. Hoy a esa hora ya íbamos de regreso.

Después de estar disfrutando la quebrada por un rato, de mojarnos las manos
(y pasármelas por la panza para que bebé sintiera lo fríita que es) pensamos seguir subiendo un rato más. La ruta se veía empinada pero nos sentíamos tan bien que íbamos a darle; pero un resbalón inusitado de Jesús en una de las rocas del río nos hizo reconsiderar. Avanzando entre las rocas para cruzar hacia el suelo, pisó una piedra firme pero no tuvo agarre por el moho y la humedad; cayó sentado en el agua helada de zopetón. Si bien el amigo se recompuso rápido, preferimos regresar. En el vano intento por evitar una caida peor, Jesús apoyó las manos sobre las piedras y se torció especialmente dos dedos de la manos izquierda. Al momento no se quejó conmigo ni demostró gran importancia cuando se lo mostró a su mamá, pero una vez a solas conmigo, viendo que se inflamaban y que el enrojecimiento parecía querer quedarse en su mano, si nos preocupamos alguito. Pensábamos que un esguince sería el resultado del incidente.

Por suerte, el frío del agua, la buena fortuna, la energía metafísica que dicen que habita
en el cañon de Quebrada Quintero o lo que sea, la hinchazón ha disminuido a estas horas de la noche. Jesús siguió moviendo los dedos con frecuencia luego del golpe, articulando, manipulando, trató de mantener activa la zona con cuidado de no agravar la lesión. Ya no parece necesario aplicar ungüento, lo que sí es cierto, es que el paseo tuvo de todo: una trama completica que hasta incluyó el ingrediente inesperado del suspenso y la acción que el accidente trajeron consigo.

Queremos regresar. Estuvo demasiado bueno. La barriga y la sequía dirán como van las cosas. Vale la pena regalrse una vueltica a Quebrada Quintero. Se le llega entrando al parque nacional El Avila por Sabas Nieves en la urbanización Altamira. Justo cuando el camino presenta la primera bifurcación, tomar a la derecha y seguir caminando la aparentemente tranquila subida. Cuando aparecen las escaleras hay que seguir a la derecha para estar montados en la ruta que desembocará en la bella quebrada.

Este es un paseo sin desperdicios, 100% natural, relajante y muy gratificante.... además, no hay que pagar nada.

Mi orgullos jardín: finalmente voy aprendiendo

... a cuidar más que a matar a las platitas que adorna el patio de la casita. Simplemente he tenido más bajas que altas en esto de la jardinería pero sigo intentándolo y finalmente parece que las cosas van siendo productivas.

Estoy orgullosa de haber mantenido vivas ciertas plantas que estaban cuando nos mudamos. Orgullosa de que sigan floreando y de que hayan mejorado con el tiempo. Ese es el caso del rosal.

La dueña de la casa tiene 4 matas de rosas,altas, expandidas, con unos cuantos años de vida que siguen floreando cada semana. El reto para alguien como yo era no matarlas e incluso ayudarlas a vivir bellas como estaban siempre.
Luego de algunos raspones y uno que otro tímido pinchazo hoy en día soy yo quien poda las rosas, las corta si están muy altas, arranco el exceso de tréboles en sus cercanías, desmalezo la cerca detrás de ellas para que se vean bellas, "cosecho" las flores justo antes de que el viento las despeine y rieguesus pétalos por toda la grama; soy yo quien está pendiente de si crecieron mucho o si alguna enredadera abusiva trata de atrapar un botón entre sus hojas.

Cada quince días aparece un puntito rojo en la mata. Ese puntito rojo es un retoño que empieza su camino y conforme crece es como una rama vinotinto llena de hojitas rojizas. Se ve muy genial.
Hoy el rosal siempre tiene puntitos rojos y me encanta. Chequeo los nudos, le quito los capullos secos o acabados, me esfuerzo por recordar siempre que debo cortar las ramas por los nudos en diagonal para que el tallo no se trunque, sino por el contario,
siga retoñando o siga creciendo. Realmente me siento orgullosa.

Me fijé hace días que tiene pulgones una de las ramas secas y pensé en comprar insecticida para aplicarlo yo; pero en vista de la toxicidad prefiero esperar que el jardinero aparezca el mes próximo se encargue del tema. Mientras tanto he logrado que crezcan hojas nuevas donde antes había solo ramas secas, y hasta una de las matas más débiles, que estaba en franco camino a su extinción, me regaló la semana pasada una hermosa rosa rosada y ha empezado a tomar fuerza una ramita esquiva que corona un capullito prometedor.


No creo que haya desarrollado la experiencia necesaria para sembrar un rosa de cero,
(aunque lo he pensado en estos días) pero me siento feliz por mantenerlas viviendo una buena vida. Mi reto ahora lo extiendo a la grama. La sequía esta fuerte, no llueve desde hace semanas, el sol es implacable sobre la grama del patio y el racionamiento de agua no ayuda mucho. Como quiera que sea estoy decidida a mantener la grama tan verde como sea posible y también allí estoy logrando la meta.

El jardinero se alegró cuando vió que el trabajo de la semana era más barrer las hojarazca de los mangos en vez de pensar replantar la grama o tomar medidas extremas para su recuperación "Ahhh.. la tiene verdecita" y yo sonrisa colgate en mi interior.
La sequía aun tiene camino que seguir, y yo
cada vez menos tiempo en la semana para atenderlas. Sin embargo ahí vamos, constancia, paciencia y pidiéndole a mi esposito y a la señora que limpia que se acuerden de echarle agüita que no sean pichirres, al final del día, a todos nos encanta ver por la venta el jardín lleno de flores y la grama provocativamente verde.

domingo, marzo 23

Disfrutando el amor gitano: noche de zarzuela

... que nos reunió nuevamente como familia en el balcón del Teatro Teresa Carreño.

Fue hace un par de sábados por la noche. Nos fuimos todos a pasar un rato agradable en el teatro y disfrutar de las cada vez más fugaces temporadas de zarzuelas. Esta vez presentaban solo por un fin de semana La leyenda del beso,
de Soutullo y Vert. La puesta en escena estuvo impecable. Las voces, las representaciones, el vestuario, la escenografía, el ambiente. Mención especial merecen la Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, que realizó una presentación magistral. Así mismo, los artistas que tenían en sus hombros los roles princiaples:
  • la soprano Melba González (Amapola), la gitana objeto de pasión;
  • Franklin de Lima (Conde Mario), un excelente barítono que además actúa muy bien su personaje,
  • destacan los personajes de Gorón, el donjuan del grupo de amigos, interprestado por Blas Hernández (tenor cómico), así como el capataz de muy mal genio y espíritu directo y llano. Ambos le ponen el toque cómico a este drama gitano.

Los amantes del flamenco deliraron con
Diana Patricia, La Macarena, junto a su compañía de flamenco Rocío, que desarrollan un interesante trabajo escénico. La Macarena además, ofreció un solo (¿será correcto decirlo así?) casi al final del segundo acto, donde se lució en todo su arte, con fuerza y dramatismo sin igual.

Un buen toque fue la correcta ubicación de la pantalla donde se proyectaron cada uno de los textos y las frases cantadas, actuadas y declamadas a lo largo de las casi 3 horas de función (intermedio incluido), lo que aseguró que el público en todo momento estuviese conectado con el contenido de la obra, con el lenguaje de la época (ajustado cuando fue conveniente) y con toda su intensidad.

Historia:
La leyenda del beso es un pieza lírica (nuevamente, ¿será está la denominación correcta?) que se desarrolla en tierras castellanas. Allí se ha dirigido el conde Mario para celebrar una cacería en la que pretende anunciar su próxima boda.

Poco antes de dar a conocer sus intenciones llega al lugar una tribu de gitanos que acampa en la zona y entre los que está Amapola, una joven gitana cuya belleza impresiona a Mario. Sus pretensiones de cortejo, sin embargo, se ven truncadas por la leyenda del beso, en la que se proclama que la muerte alcanzará a quien bese a Amapola. Mario, no obstante, jura que él tomará ese beso, aunque pueda costarle la vida.

Mario espera ansiosamente la ocasión, Amapola por fin viene a él, y en el clímax de su Dúo: ¿Vendrás, mujer? se besan. La profecía de los besos hace su trabajo. El beso y la salida de Amapola han matado de hecho todas sus esperanzas, y ahora nada en la desesperació
n.

La Leyenda del beso, fue el toque especial que hizo que un tradicional día atareado (qué rarro para mi, ¿no?) terminara siendo una velada divertida, alegre, inesperada y de calidad.

miércoles, marzo 12

Desconcertante naturaleza: nuestra relación no se aclara

... porque cada vez que creo que he resuelto mis "issues" con ella, me sorprendo conque no es así del todo.

Regresa la época soleada, de calor, y con ella regresa el ciclo de los ratones molestosos. Hace casi 3 semanas se autoinvitó un pequeño roedor a mi cocina. No sabía que estaba, no sé cuando entró, lo cierto fue que luego de un par de días de viaje por trabajo me percaté de que en mi cocina había rastros que no eran de comida... y empezó mi malestar.

Dos llamadas de atención a mi esposo fueron estériles, tampoco que él medio hubiera visto algo moverse por los tabiques; no señor. Nada logró que tomara el asunto en sus manos, así que esperé sin ocultar mis quejas y preocupaciones al respecto. Luego de un par de días, viendo todo calmado, pensé que el animalito se había marchado por donde vino, razonamiento que solo remarca mi ingenuidad. Una noche, el asustado por el ratón fue mi señor esposo y en ese momento descubrí que el ratatoulliesco
problema era mayor de lo que había pensado.

- El: Ehhhh, el ratón.
- Yo: ¡¿qué, regresó?!
- El (escoba en mano): parece que no se fue.
- Yo (armada de coraje): dale esposo operación comando. Chutalo para acá, yo abro la puerta de la casa y lo sacamos.
- El: nop; se escabulló por entre los tabiques de la cocina.
- Yo: ¿y entonces?
- El: es mínimo... pero no es el que vi el otro día.
- Yo: ¡¿¿¿¿¿Cómo??!!!
- El: el que yo ví era marrón, y este es negro.
Yo morí como Condorito.

Treinta minutos después de la perturbadora confesión, busqué el envase viejo del veneno. En mi alma no quería matarlo, me revuelve el estómago pensar que tendría un nuevo ratón muerto por mis acciones, pero esta vez es más personal que antes. Simplemente con un bebé en camino NO puedo permitirme enfermarme por causa de sus desechos.

Cerré los posibles escapes de la tabiquería y dejé solo uno, justo allí coloqué el veneno y esperé. Nuevamente al cabo de un par de días pensé que se había acabado todo y casi respiro... hasta que la señora de limpieza me demostró que el animalejo seguía merodeando entre el suelo de mi cocina y los tabiques. ¿Qué pasó con el veneno y su efectiva guadalla? pues, las fechas de vencimiento de los envases ciertamente deben ser respetadas... el veneno había expirado hacía 6 meses.

Más asqueada que antes tomé una decisión drástica. Ese sábado logré convencer a mi esposo de salir a hacer mercado y luego ir a EPA a comprar "cosas para jardinería". El plan no escrito en el fondo giraba a encontrar, comprar y aplicar raticida (del tipo que fuera) en casa para atender la situación. Lo malo es que me volví demasiado niñita debil y no tuve agallas para comprar el veneno en el supermercado. Ni el veneno, ni la goma y menos las trampas. ¡¡¡ASCO!!!

En la ferretería, con el inesperado buen humor de mi esposo, entre aspersores, forros de carros y búsqueda infructuosa de alambre para amarrar bromelias aun tutor de fibra de coco, ¡ZAS! nos topamos con un repelente electrónico de RATONESSSS. ¡Felicidad, ven a mi!

Llegar a casa, enchufarlo y respirar fue casi lo mismo. Las indicaciones estipulan un lapso de 2 a 7 días para alejar a la peste de un radio de 100 mts2. VIIIIIVA mi casita es pequeña, el alcance es más que suficiente. Al tercer días empecé a creer en la efectividad del aparatico. No veo muestras del ratón, no lo oigo, la señora que limpia ni me tocó el tema (lo que demuestra que no encontró heces regadas por los gavinetes) y en el fondo ya estoy casi-casi 100% convencida de que el aparatico nos regresó el alivio.

...Ahora mi problema son las ardillas.

El aparatico las afecta a ellas también.... y a los azulejos, a las tortolitas y casi a todos los pajaritos que nos visitaban cada mañana. Bueno, las ardillas me producen sentimientos encontrados. A las locas esa les monté guardia cuando encontré a una infraganti comiéndose mis cambures, dentro de mi bandeja en mi cocina, y luego de estudiarlas descubrí que cada mañana, luego de alimentarse en el dispensador que le deja la dueña de la casa en su balcón, las muy bandidas se escurrían por el canal de lluvia del techo hasta llegar a mi ventana de la cocina. Una vez allí, entraban a robar de mi cesta de frutas lo que se les antojara.

Bueno, el asunto es que desde que puse el aparatico empecé a oirlas menos y al tercer día no las volví a ver en las ramas de la mata de mango. Ahora tengo mis dudas. No sé si deba quitar el aparatico; esas locas me alegran mucho el día cada vez que las veo...además la temporada de mangos está empezando y ellas son una delicia para mirar, cada vez que se comen un mango con sus paticas.... No sé. Este giro de la naturaleza si bien me parece inesperado, se corresponde simplemente con el ciclo de las cosas. Llega el calor, llegan los ratones. Llegan frutas maduras, llegan las ardillas alocadas. Una se descuida dejando la ventana de la cocina abierta y los animales llegan por veloz asociación. Un ciclo, un ciclo que debo aprender a manejar sin alterarlo mucho ni permitirle alterarme mucho. ¡En fin!

domingo, marzo 2

Sobrellevando los cambios II: ¿y ahora yo qué?

... ¿Será que se me dañó algo? ¿Me perdí alguna lección importante, a pesar de que toda mi vida estudié rodeada de niñas en un colegio de monjas?

Lo sigo averigüando.

La alimentación es otra cosa. No me siento del todo cómoda comiendo por 2 ni por 3. Como por mi, a veces poco, pero con más frecuencia. En realidad, el mes pasado me preocupó ver que solo aumenté gramos y pensé si estaría siendo muy estricta con mi bebé al no permitirme desfueros como levantarme de la cama a media noche a asaltar la nevera por un ataque de hambre. Si como completo, me siento pesada, incómoda porque no puedo merendar, el agua no me "diluye" la llenura; así que me sirvo raciones coderadas (aunque en 2 horas vuelva a tener hambre).

Tampoco he enamo
rado de los dulces... de hecho, nunca me han atraido mucho los dulces, ni siquiera el chocolate, y en los meses que van, no he comido bombones ni tabletas y casi cero chocolate; ni chucherías, ni dulces cremosos; casi nada de postres en general. A vece me antojo de comer platanitos o yuca frita (los únicos snacks adictivos que me atraganto con gusto) pero ha sido incluso menos veces que en mi estado normal pre-embarazo.

De la comida como todo aunque estoy más "mañosa" que nunca. Ultimamente he notado que no me atraen tanto los vegetales, prefiero pastas y harinas, me he vuelto frutera (algo muy sorprendente en mí) y prefiero llenarme de jugos, agua, sopas y cuanto líquido exista, antes que comerme un jugoso bistec ¡pero yo soy -¿era?- bastante carnívora! ¿Qué me querrá decir bebé?
El ápice de mi desencuentro con la imagen típica de la embarazada es el tema del peso. Los cambios que sufrirá mi cuerpo externamente. Muchas mujeres se sienten más dignas, más femeninas, más hermosas con sus kilos amternales; yo en cambio todavía no me encuentro, me extraño, a veces me molesto por no saber qué esperar.

Me siento chica sexy por el busto que me gasto; siento que cada día crezco más (y me asusta)...
pero como la barriguita también aumenta, estas nuevas "lolitas" pasan de largo. La barriguita es mi preocupación. Desde que cumplí 18 años he sido muy consciente de mi cuerpo y dimensiones, nunca he hecho dieta pero me cuido comiendo raciones decentes (nada de servicio tipo americano que permite alimentar a 3 personas con una sola ración), como a mis horas y mantengo la merienda de la media mañana o la media tarde, porque eso acelera el metabolismo.

Solo hace como 6 ó 7 años me siento realmente a gusto con TODO mi cuerpo y empecé a usar ropas más ceñidas o lucir mini faldas de colores claros o descotes sin problemas mentales. Nunca me he imaginado gorda, de casualidad aumento 1 ó 2 kilos en el año y con la misma velocidad que aparecen, los pierdo. Ahora empiezo a subir sin saber cómo será. Mi peor horror: la barriga. Estéticamente me incomoda una mujer cuya cintura sucumbre por la panza sin control.
Y ahora estoy aquí.
Mi barriga crece, lo cual es bueno, y la inquietud se mueve por los rincones de mi cabeza errática.

Ahora estoy v
iendo como crece de a poco pero constantemente bebé. Estoy emocionándome por eso y preocupándome por si mi cuerpo será capaz de soportar dignamente el peso adicional y maravilloso que ganará en los próximos meses. ¿Cómo lo manejará? ¿las rodillas, la espalda aguantarán bien?, ¿y donde quedará mi cintura? Mis hermanas han adelgazado todo lo que ganaron con sus barrigas, por épocas incluso quedaron más delgadas, aun así, a todas les quedó una tripita de recuerdo. ¿Tonta preocupación, verdad? banal preocupación estética.

Cada semana descarto un nuevo par de pantalones así como descarté los zapatos altos y puntiagudos que tanto me gustan. Uso mis cómodos mocasines y me arreglo los días de trabajo dejándome la cintura desabrochada de los pantalones, que tapo con una blusa por fuera, un sueter o una bufanda anudada a modo de correa.

Espero el día que deba lucir camisas pre-mamá, mientras creo combinaciones inusuales para la oficina, juntando camisas flojas con pantalones coloridos que tradicionalmente no usaría. Rescaté las camisas de tirantes con talle princesa -que realmente no sentía que me favorecieran antes- y para mi gusto, me compré un sueter materno que más bien parece un sueter inspirado en la moda ochentosa que ha regresado, amplio escote, lana gris y a la cadera; me ¡encanta! y me siento muy bien dentro de él.

Cuando he salido a comprar ropa para embarazadas no me hallo. No sé calcular los pantalones y las camisas me parecen aburridas. Todavía no sé como me veré pero voy mejorando, adaptándome,
tratando de sentirme a gusto con los cambios. Para mí, el reto mayor es irme adaptando a la nueva faceta por la que transito, dejar de lado o flexibilizar un poco mi imagen de las embarazadas habituales y reconciliándola con el look que suele venirse a mi mente ancho, baggy, talle princesa, aburrido, abarrotado de tonos pasteles y zandalias. Tampoco me gusta mucho el estilo Brittney de cholitas playeras, panza descubierta, mini shorts o tops súper apretados. Nop, debe haber algo bonito, cómodo que no de la sensación de que la ropa era de mi sobrina adolescente y se la saqué del closet robada.

He visto por internet atuendo más modernos, más cosmopolitas,
camisas que definen la panza con estilo y me gusta. Aun no estoy lista para llevarlos, pero creo que esa será mi ruta, el punto medio donde me sienta más cómoda siendo yo embarazadota... Para mi es toda una curiosidad verme grande, ¿cómo me veré? ¿volveré a tener las mejillas redonditas y grandes, como cuando era una pequeñita? ¡UPA! esto del embarazo se está poniendo bueno.


Sobrellevando los cambios I: la embarazada normal

...Y ahora me ha dado por pensar más cosas locas y extrañas que normalmente, lo que me cansa la cabeza de forma increible.

Esto del embarazo se me ha dado muy bien, en el sentido de que no he tenido malestares físicos considerables -y gracias a Dios-, no he padecido las terribles y comunes nauseas matutinas y en general, me siento bastante chévere. Lo que me pasa es más general, más de mi imagen mía conmigo mismo. Verán:

Hay mujeres que siempre imagina el día de su boda con especial detalle y cuidado. Ocurre así también con las mujeres que se ilusionan solo con la idea de nombrar la posibilidad de un embarazo, desde que se casan guardan la lista de nombres posibles para la futura criatura y se toman para sí cualquier noticia de buena esperanza de sus amigas y relacionadas hasta que les toca su turno. Entonces, su mundo solo gira en torno a la barriga.

Lucen su tripita desde el día cero cuando aún no hay mayores cambios, se registran en listas de babyshower, comienzan a codearse con las amigas que son madres y asumen una postura de infinita grandeza y sabiduría, tan excelsa que todo lo demás desluce ante la maternidad. Ni decir de su aspecto físico, todo, absolutamente todo es pro-bebé, las camisas maternas invaden el guardarropas desde el momento del anuncio, cambian cuando pantalon ceñido por monos deportivos y holgadas prendas que les ayudan a verse más grandes sin importar que el cuerpo siga casi igual. Cualquier peso es contraproducente, cualquier alimento debe ser verificado por 3 doctores antes de ingerirlo, toda esquina puntiaguda de la casa debe ser protegida, la dieta se diseña en función de "comer por 2" sin privarse de nada, antojos, sobre abundancia, en fin, "está embarazada".

Por último, son lo que, en muchas ocasiones, yo llamo como "barrigas sucedidas". Las náuseas se vuelven un tema de interés mundial. La acidez no las desampara y siempre tienen una fruta o galletas con mermelada en su gaveta de la oficina en caso de ataques de hambre. La cintura de pronto requiere el apoyo constante e incondicional de la "mano en la espalda", justo allí, haciendo como un triángulo inclinado hacia atrás aguantándose el final de la espalda, o el hueso de la cadera. Sentarse cambia radicalmente; ahora, hay que extenerse sobre la espalda y dejar en claro que la pacita está expuesta, la mano sobre el vientre es un detalle casi fijo. Para levantarse también se requiere un gesto particular, lentamente, con una mano en la barriga mientras la otra agarra el respaldo oel apoya brazos de la silla con fuerza. Frente a la embarazada que hace este acto, siempre aparece un caballero presto a ayudarla sujetando su brazo, mientras el resto de la concurrencia mira con candor la dulce escena.

¿Eso me pasa a mi?; mejor dicho, eso NO me pasa a mi. Y allí empiezo a creer que ese gen, ese chip de mujer estandar no me lo colocaron o se fundió o lo desactivé con mi curtido pragmatismo autosuficiente. En mi caso, ese es mi conflicto: no siento que esté sintiendo como embarazada habitual y quizá me esté privando de la mejor parte. No me pasa por la cabeza aún el nombre del chamito, no he tenido náuseas y la acidez o los dolores de cabeza, si bien me fastidian (sobre todo las cefaleas que esta semana me han atacado después de cada almuerzo y cena) no cortan mis actividades diarias ni me obligan a poner carita de cervatillo triste mientras todo el mundo en la oficina me pasa la mano por la espalda y me buscan manzanillas o me "cuidan". Nop.