domingo, marzo 30

Subiendo al Cerro El Avila: primer paseo de bebé

... aunque él no lo sepa todavía.

Teníamos casi un año sin subir. Con el tema del embarazo nos daba como
cosita porque el terreno montañoso tiene sus tretas, sin embargo, la sequía invitaba a tomar el riesgo. El día amaneció super despejado; quizá en unas semanas no podamos hacerlo, sea por mi barriga sea porque los guardaparques decidan restringir el acceso al Parque Nacional El Avila en vista de los incendios forestales, típicos de esta temporada calurosa y seca. Había que intentarlo. Ni siquiera me molestó tener que madrugar un bello domingo a las 6:45 am. No tenía una posición 100% firme respecto a ir ni a quedarme en casa; estaba a favor de intentarlo y según como me sintiera seguir avanzando en la caminata o desistir.

Lo bueno del plan es que en lugar de subir por la famosa, empinada y matadora (por lo extenuante de
la ruta) subida de Sabas Nieves, nos fuimos para Quebrada Quintero, un paseo menos riesgoso y más bello por lo accesible de la quebrada.

El Avila National Park Rangers Llegar a Quebrada Quintero es llegar a otra parte. Es increible la paz y tranquilidad que uno puede disfrutar sentadito en las piedras que bordean la caida de agua, usar los troncos como pasamanos, y adentrarse en el pozo... o al menos llegar muy cercano a él.

La Quebrada Quintero es una especie de gran pared de roca natural que aparece al final de
un camino de agua. El agua cae a chorros por la piedra haciendo caminos o chorros de variable intensidad; el pozo a sus pies es el charquito más atractivo pero muy pocos se aventuran. Tiene muy escasa profundidad, pero como el agua es ¡tan fría! lo mejor es quedarse en la ribera para admirarlo con tranquilidad.

La subida se me hizo muy sencilla. Debe ser por lo entrenados que estamos últimamente
(jeje, increible pero cierto). Mi suegra, que subía por primera vez siguió el paso muy bien, íbamos paseando a un ritmo adecuado, sin exigirnos mucho pero sin hacer pausas en el camino.

Llegamos a muy buena hora, todavía se disfrutaba la tranquilidad que la poca gente permite mantener en el lugar. Luego de las 10 am la situación cambia de forma radical y solo nos dan ganas de seguir caminando, cada vez más lejos, hasta llegar al próximo paraje tranquilo, con la quebradita o caida de agua tímida y apacible. Hoy a esa hora ya íbamos de regreso.

Después de estar disfrutando la quebrada por un rato, de mojarnos las manos
(y pasármelas por la panza para que bebé sintiera lo fríita que es) pensamos seguir subiendo un rato más. La ruta se veía empinada pero nos sentíamos tan bien que íbamos a darle; pero un resbalón inusitado de Jesús en una de las rocas del río nos hizo reconsiderar. Avanzando entre las rocas para cruzar hacia el suelo, pisó una piedra firme pero no tuvo agarre por el moho y la humedad; cayó sentado en el agua helada de zopetón. Si bien el amigo se recompuso rápido, preferimos regresar. En el vano intento por evitar una caida peor, Jesús apoyó las manos sobre las piedras y se torció especialmente dos dedos de la manos izquierda. Al momento no se quejó conmigo ni demostró gran importancia cuando se lo mostró a su mamá, pero una vez a solas conmigo, viendo que se inflamaban y que el enrojecimiento parecía querer quedarse en su mano, si nos preocupamos alguito. Pensábamos que un esguince sería el resultado del incidente.

Por suerte, el frío del agua, la buena fortuna, la energía metafísica que dicen que habita
en el cañon de Quebrada Quintero o lo que sea, la hinchazón ha disminuido a estas horas de la noche. Jesús siguió moviendo los dedos con frecuencia luego del golpe, articulando, manipulando, trató de mantener activa la zona con cuidado de no agravar la lesión. Ya no parece necesario aplicar ungüento, lo que sí es cierto, es que el paseo tuvo de todo: una trama completica que hasta incluyó el ingrediente inesperado del suspenso y la acción que el accidente trajeron consigo.

Queremos regresar. Estuvo demasiado bueno. La barriga y la sequía dirán como van las cosas. Vale la pena regalrse una vueltica a Quebrada Quintero. Se le llega entrando al parque nacional El Avila por Sabas Nieves en la urbanización Altamira. Justo cuando el camino presenta la primera bifurcación, tomar a la derecha y seguir caminando la aparentemente tranquila subida. Cuando aparecen las escaleras hay que seguir a la derecha para estar montados en la ruta que desembocará en la bella quebrada.

Este es un paseo sin desperdicios, 100% natural, relajante y muy gratificante.... además, no hay que pagar nada.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo muchos recuerdos del Avila, de niña cuando vivía en Caracas.
Y de las aguas de sus pocitos, chorros, quebradas... guardo el primer recuerdo de cómo se siente congelarse!

Níyume dijo...

Hola Marta, estuve por aquí .
Un abrazo y felicidades por ese estado magnìfico en el que estás.

egamaga dijo...

Hola, pasaba por aqui y me intereso mucho tus post. Tengo muy buenos recuerdos del Avila, extraño mucho esa gran montaña, ahora vivo en España, y este paseo que describes es genial¡
Yo tambien estoy embarazada de 12 semanas y esos aires, seguro que ayudaran a que el bebe crezca sano y queriendo nuestra gran montaña.
Saludos
Ega

Anónimo dijo...

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Hermosas fotos, mi esposa fue muy parecida a ud cuando recien tuvimos nuestro hijo, ella se preocupaba mucho antes y despues del parto, conforme pasa el tiempo veraz que no era para tanto el preocuparse.



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Tan bueno fotos. Gracias.

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Que bueno. Gracias por un post.