... cuando la balanza mostró la dura realidad que, si bien intuía, me negaba a aceptar.
Me enorgullezco de tener un peso muy regular con pocas variaciones que se suceden en estaciones bien definicas: navidades y vacaciones. Del resto, suelo oscilar con desviación -1+1 de mi peso tradicional y como sin darme tanta mala vida.
Pero pasó lo increible, pues comiendo con mi ritmo habitual aumenté ¡¡¡¡¡ 3 TERRIBLES KILOS!!!. Sé que suena vanidoso, totalmente trivial y poco importante en un mundo preocupado por reposicionar el perdido reinado de las carnitas, pero ¡a mi me importa mucho!
Yo tengo como un detector de alimentos. Soy cuidadosa con las cantidades que consumo, suelo evitar los aderezos en las ensaladas (o consumo muuuuy poco), no tomo refrescos, no como comida rápida (junk fopod), soy poco dulcera, no suelo comer psotres luego de las comidas, ceno al menos 3 horas antes de dormir, tomo agua por sobre todas las cosas y las frituras son poco habituales en mi dieta. Claro que como de todo, no me privo de galletas oreo, platanitos o cotufas si me ataca un bajón de energía a media tarde. Me encanta el helado cremoso, muy cremoso (crema = calorías) y nada de tomar sustitutos de azúcar.
Del ejercicio me he alejado progresivamente en lo que va de año y, debo admitir que en los últimos meses había roto mi muy estricto patrón de no repetir porciones de alimentos en las comidas. Es cierto que mi cuñado es chef y almorzamos todos los domingos en casa de mis suegros, la comida rica que el chico prepara y sirve en raciones generosas.
También es cierto que había estado tomando una muy mala costumbre de cenar tarde, casi en la camita, y saltarme el desayuno por simple "olvido". Pudo haber influido incluso el hecho de haber aumentado la sustitución de agua por vino en mayor número de ocasiones a la semana junto con las meriendas más robustas, o haber recurrido al conveniente almuerzo de comida no-casera en días de semana.
Aún así. Cuando los pantalones empezaron a quedarme apretados se lo atribuí a " que este ya es muy viejo", luego me pareció que si me ajustaba mucho en la cintura era "porque este modelo la verdad siempre tuvo un corte extraño". Me admití que quizá, la estrechéz de la tela en mis muslos se debía a que la falta de ejercicio se estaba notando, pero nada grave. Por eso cuando hace unos días, me senté en el carro, justo antes de salir al trabajo y el pantalón se dejó de cuidados y cedió la costura, me apené un poco pero de inmediato pensé "ahhh este pantalón ya se fregó, demasiado viejo el hilo se venció". La culpa no era de mis recién estrenados kilos extra que me negaba a admitir.
Y seguí como si nada. Más desayunos obviados, más cenas tardías, más galletas oreo para las meriendas de la tarde, más barras de granola en las meriendas de la mañana, y nada de ejercicio. ¡ZAS! No debío sorprenderme que el cierre del pantalón explotara hace 2 semanas, justo saliendo de la oficina. Es que ya no era lo mismo subir por los muslos y dominar las caderas. Nop, no era igual, aunque yo insistiera. Ahí sí me dije "caramba, algo pasa con mi ropa" y finalmente decidí pensarme.
Incredulidad y soberbia. "Esta balanza está mal calibrada, ¿¿cómo que yo tengo 2 kilos de más??" Ja! nada me llevará por el camino de la tortura, como dije: está mal calibrada... y la corregí, coloqué la medida en el lugar correcto.Y me volví a pesar.
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Dolor. Sorpresa. Resignación.
..Y ya estás tranquila, ¿cuánto pesas?
- uhm... tengo 3 kilos de más.
Silencio. Mutis.
De nada sirvió que se lo achacara todo a la antiguedad de los pantalones. La verdad es una sola: debo cerrar un poco el pico, volver a las normas de alimentación correctas y dejar justificar la inexistente actividad física en esta etapa de mi vida. Dice mi mamá que después de los 30 el metabolismo de las mujeres cambia, empieza a bajar la velocidad en lo que se refiere al procesamiento de alimentos y yo debería recordarme de eso.
El pavor fue tanto que me enderecé ahí mismo. Cena de nuevo a las 8. Sin postre... bueno, solo una cucharadita y espero ver los resultados en poco tiempo. ¡Qué pánico!
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