miércoles, agosto 23

Contesta esa llamada

No recuerdo la fecha exacta de este relato. Debe ser entre 2001-2002, miestras estaba haciendo el postgrado. Me gustó encontrarlo y releerlo. Sigue siendmo muy yo, jeje!.

- ¡El siguiente!

- Gracias... Buenas... Eh... No soy persona de hablar por teléfono; me fastidio bastante rápido de las conversaciones telefónicas; verá, me regalaron este celular y quisiera...

- Cuénteme, ¿se lo regalaron? Seguro hubo una razón de peso.

Josefina se apretó las manos y tomo un poco de impulso antes de comenzar a hablar. Su punto era claro. “Bueno, por emergencia aunque ¿cuántas emergencias reales tiene uno en la vida? Digo yo, situaciones en las que definitivamente necesita de alguien que no se encuentra cerca en ese instante. Es una excusa muy sensata para tener un celular “porque nunca se sabe”, ahora bien, yo...

- Es cierto; los celulares son realmente útiles. Fíjese en la cantidad de personas que se salvaron en un choque o un robo gracias al celular... los teléfonos públicos nunca están lo suficientemente cerca.

Levantó un poco la cabeza y trató de continuar con su punto: “Una emergencia; claro, pero situaciones así son la excepción; no se cae el techo de su casa a diario..." Riiiiiiiiiiiiiing, riiiiiiiiiiiiiiiing... el repique de un celular cercano la distrajo unos instantes. Josefina carraspeó. “Decía, este... también abundan las personas que tuvieron o provocaron algún accidente por causa del celular, ¿solución o problema? Por eso señorita...”

- Cierto, y desacreditar al aparato por la irresponsabilidad del usuario es injusto. ¿No tratará de sustentar un pseudo-rechazo al celular en una incongruencia? Presiento que su punto era otro.

Una vez más Josefina se armó de valor y subió levemente el tono de su voz, que parecía apagársele con cada interrupción. Sostuvo el pequeño celular con fuerza y lo agitó antes de retomar su punto. “Me negará que el celular cataliza el stress, agudiza relaciones disfuncionales, desata sentimientos amor-odio ¿A cuántas personas le regalan un celular para “mantenernos comunicados”? Se trata de control: saber que en cualquier momento estará localizable. Tener un celular es una invasión perenne a la privacidad, no hay noches ni fines de semana, ¡ni siquiera hay baños!"

- “Cierto sin ser extremistas. Solo es un aparato. Usted decide a quién atender y a quién no. Fíjese en la señora del fondo, ¿la ve? Tiene 7 minutos hablando con su amiga y su celular no ha dejado de repicar... pero no lo atiende. Los otros no invaden su espacio”. Josefina trataba de mantener la cordura pero ese repique de Carmina Burana lo complicaba. “Señora, USTED tiene el poder para decidir si responder o no la llamada, si dejar el celular encendido o apagarlo. USTED decide quién puede llamarla. Además ¿cuántas alegrías le ha dado ese aparatico?... el día de su cumpleaños lo prendió y había una bella sorpresa, ¿ah?"

- Uhmmm.

- Caramba, se está sonrojando; a verrrr... ¿le dejaron un lindo mensaje?

- Bueno.. uhmm... nada, en realidad era el cumpleaños feliz grabado... sin mensaje, solo la canción... pero ese no es el punto, las ondas de los celulares afectan el funcionamiento del cere...

- Y ¿cuántos mensajitos la han hecho sonreír por varios minutos?

Josefina ocultó un poco la cara, prefería que no vieran el brillito en sus ojos: “Tal vez un par, bueno, muchos... Recuerdo que almacené una conversación de mensajitos por meses. Cuando me sentía triste los leía y me volvía a sonreír...”

- “¡Ahhhhhh! Qué bien se siente saber que él está a un mensaje de distancia. ¿Quién se negaría ese regalo? Te puede llamar si está lejos, le puedes enviar una foto, un email ¿es bueno estar cerca verdad?” La musiquita de fondo recordaba un jingle publicitario, repetitivo y pegajoso.

- Bueno... admito que algunos mensajes me han hecho sentir muy viva, como la vez...

- “Permítame”. Al igual que la musiquita, la voz de la chica penetró en la cabeza de Josefina, quien ya había vuelto a bajar el tono de voz y parecía más serena. “Este celular es su amigo. Le ha hecho vibrar, ha estado con usted en las buenas y en las malas. Su amiga está viva porque llamó a la ambulancia desde su celular. Usted se sobresaltó el sábado en la noche cuando recibió ese estimulante mensaje”... Josefina se sentía como flotando, todo tenía sentido. “Señora, tenga su celular. Es suyo. Usted tiene el poder de atender o no la llamada; pero no deje que repique en vano. Su vida podría depender de eso”.

Los ojos se le vidriaron. “Creo que tiene razón. Muchas gracias. Dios la bendiga!” Colgar esta llamada dejaba una extraña sensación de armonía en Josefina, era otra. Sin darse cuenta, un muy servicial chico de protocolo colocó un nuevo y brillante celular dentro de un envoltorio reluciente y la acompañó a la caja. No importaba la cantidad de dólares que pagaría, ese aparato le daba la seguridad que ella buscaba.

Riiing, riiing...

Serenity sorbió un poco de agua mientras veía a Josefina alejarse por entre la larga cola de clientes que aguardaban su turno en la sección de Devoluciones y Reclamos Celulares. “¡Wow! Esta vez fue difícil”, pensó. “¡Felicitaciones Serenity!, otro cliente satisfecho” La voz del supervisor invadió sus canales auditivos mientras ella, inmutable, acomodaba su sonrisa para atender la próxima llamada. - ¡Riing, riing! - Por respuesta bastó un sensual movimiento de cabellera y una ceja levantada. “Debo atender esta llamada señor. Buenos días, gracias por llamar, ¿en qué puedo ayudarle?”

Mureche, #22, Tema Historias inalámbricas.

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