Mientras dormías me quedé fijamente mirando tu pelo. Cada hebra esconde una historia: Cuando fuimos al parque, cuando rodamos por la playa, cuando te enredaste en mi camisa, cuando me monté en tu espalda. He pasado mis manos tantas veces entre tus cabellos que mis dedos siguen sintiéndote aun cuando no te tocan.
Recordé también cuán diferentes eran las cosas antes. ¿Sabes que mentí acerca de mi edad para poder entrar al bar en aquel día lluvioso? Seguro tú también mentiste cuando dijiste que no te importaba qué había pasado en mi vida. Ahora, si despertaras, reirías al verme sentada junto a la cama; o tal vez no me verías porque yo sería cualquier otra cosa: Tal vez aire, que inhalas cada minuto, entraría libremente en tu cuerpo, te recorrería entero, te acariciaría desde adentro y me fundiría entre tu piel sin despertarte. En silencio iría hacia ti, entre las sábanas suaves y cálidas, me metería sutilmente a la cama, subiría por tu tobillo poco a poco mientras me enredo entre tu piel y tu alma, en silencio. Aun si sólo fuera un hilo de la cobija que te arropa, estaría más cerca de ti que yo misma y podría tocarte, sintiendo cada valle y cada pico; en cualquier caso sería fácil arrullarte, protegerte, mimarte, y dormirías conmigo cada noche.
- Linda, ¿qué haces allí sentada?
- Nada; sólo disfrutaba la vista... mientras dormías.
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