... cuando el subterráneo caraqueño era muy organizado, estaba señalizado de manera oportuna, la gente hacía su colita y respetaba el orden para ingresar más rápido al vagón.
Me gustó este mini viaje que hice desde Bellas Artes a Capitolio, poco antes de las 9:00 am, en día de semana. Yo estaba mentalizada a que sería un ajetreo, con mucha gente apretujándose por entrar y salir del vagón mientras en las escaleras automáticas el silencioso lenguaje de "despégate de mi trasero, antes de que te pegue un golpe" acompaña la maniática carrera del caraqueño.
Dejé la laptop en la oficina intencionalmente. Estacioné en el Hotel Hilton. Me quité anillos y cadena de oro. Tomé modenas para comprar el boleto ida y vuelta en la máquina dispensadora de tickets, saqué del bolso lo innecesario (maquillaje, llaves de la casa, gancho de pelo) dejando sólo lo indispensable (carnet de la empresa, cédula, llaves del carro, bolígrafo, tarjetas de presentación y libreta de anotaciones). Con todo listo me arreglé para la reunión y partí a la estación del metro.
Al llegar no había cola, por lo que preferí comprar el boleto en la taquilla. Bajé al andén, perfectamente iluminado, sin personas corriendo con paquetes o bultos tipo buhonero. Va bien la cosa, pensé. Mi sorpresa fue bajar a la zona donde se espera la legada del vagón. Las carteleras informativas mostraban imágenes y mensajes claros acerca del comportamiento del ciudadano "Metro". La línea amarilla estaba perfectamente marcada en el piso -no descolorida como suele estar- y la superficie antiresbalante que cubre el piso estaba completa.
Me gustó mucho ver que ya no hace falta fijarse en cuán desgastado está el antirresbalante para saber donde aproximadamente abrirá la puerta del próximo vagón, y mucho menos pararse como soldado en frontera paramilitar muy pendiente y hasta agresivo, para que no lo saquen a uno de la fila. Ahora pintaron las áreas con rayado amarillo y el vagón se detiene justito ahi. En la estación de Capitolio incluso hicieron un mini caminito con flechas para que el usuario sepa cómo hacer la fila, en qué sentido exacto pararse dejando espacio para que los viajeros salgan del vagón sin que haya fuerzas de choque bloqueando todo.
Al llegar a Capitolio todo siguió decente, ordenado, sin el brillo de la década pasada pero definitivamente MEJOR que en los últimos 7-8 años. En el vagón no permanecí mucho tiempo porque las estaciones están muy cerca, sin embargo disfruté de airecito acondicionado (SIII ¿increible no?), entré sin empujones y ví como un par de caballeros cedieron su puesto o prefirieron levantarse para que señoras mayores se sentaran. Es reconfortante ver que estamos rescatando alguno de los valores que tenemos y que en el metro siempre nos hacían sentir orgullosos.
Ojalá siga esta campaña de reculturización, de cuidar el metro; quizá entonces se den cuenta que es mejor vivir como gente con calidad de vida, que estar constantemente sobreviviendo como un perro de guerra.
3 comentarios:
¿Y es qué había cambiado? Cuando yo salí de Venezuela hace diez años, el metro seguía siendo orgullo caraqueño. Recuerdo el slogan de "la Caracas de arriba y la Caracas de abajo". Cuídenlo para que cuando yo por fín regrese, me sienta como si no hay pasado nada de tiempo.
Es cierto amiga me duele ver como se ha perdido esa educación que cuando entrabas al metro la gente se transformaba, y eran civilizados, ahora no, se volvio un desorden, saludos y un abrazo
Fitzi hace 10 años el metro era vivible con orgullo. Luego se volvio triste reflejo de lo que ocurria en el mundo habitual, Lindisima lo resume muy bien... creo que ahora parece prenderse una luz de esperanza de nuevo. Esperemos que la campaña sea exitosa de nuevo.
Besitos a ambas.
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