jueves, mayo 10

Viajes express: taxistas


... que facilitan la vida, sacan de apuro y hasta resuelven por uno; sin embargo, los sustos que nos dan.

Estos días he usado mucho taxi en diferentes ciudades del país, y la verdad es que son una quimera sin parangón. Mucha buena suerte me ha acompañado, especialmente cuando parecen pilotos en vuelo bajo.Hay los que respetuosamente, usan su labia para llevarla a una de la tranquila desconfianza a la risa nerviosa y la preocupación máxima. ¿Lo hacen deliberadamente? no sé, pero es así.

Los taxistas de Barquisimeto son relajados, muy tranquilos, de esos que cantan canciones criollas y le dicen que la gente ya no es la de antes. Estos amigos hablan poco (¡excelente!) le comentan la ruta que tomarán para llevarlo a destino, se rien con facilidad y preguntan si a una le molesta o no la música para cambiarla.

Los marabinos son acelerados. Manejan como perdigonazo fugitivo, no hay quien los pare... a menos que una, con candorosa ingenuidad le halague la ciudad como de pasada "ya veo por qué están tan orgullosos los zulianos". Eso es todo. Frases así como quien aprecia detrás de la vitrina una torta jugosa y provocativa, les hace hincharse de orgullo y la pasean por los principales sitios turísticos, le relatan la historia, esperan sin recargo a que una se baje de la unidad para tomar fotos
y hasta le juran que los vendedores ambulantes son los únicos del país que de verdad, verdaita, son decentes, no acosan a los que van en carro y tienen buenas costumbres. Tan es así, que la gobernación lo ha enumerado para que estén en ciertas calles en los cruces permitidos, los vigila para que no sean malandros. De hecho, el taxista le dice con vehemencia que si alguno comete un robo con notificar el número de identificación del susodicho (grabado en la chaquetica que usan de uniforme) en la policia lo detienen en el acto y no lo dejan volver a vender en esos sitios.

Los taxitas maracuchos no bromean, EXAGERAN todo. Toman calles y veredas con la misma velocidad sin frenar. Rodean camiones cisternas y compiten con los motorisados para llevar a su pasajero lo más rápido posible a su destino. Aman los "caminos verdes" sin importar que sea una calle destrozada en un barrio, si eso les evita demorar 15 minutos en la cola del semáforo. No se queje y será feliz.

Esa táctica también la comprobé en San Cristóbal. Allí es un camino de avispas moviéndose por todos lados, con tiempos máximos de duración del desplazamiento.
Como la ciudad tiene miles de calles y callecitas, todas doble vía, los amigos del volantes las usan con precisión y urgencia. Ellos le dicen usted llega en 6 minutos sin cola... y así es. Ninguna ruta parece ser la misma. Una sale de un lugar, pasa por la plaza tal y en menos de tres segundos ha cruzado frente a siete urbanizaciones distintas, sorteado tres camiones y recorrido en sentido contrario una cuadra porque había un semáforo en la calle principal. De regreso, la ruta es por las calles de afuera, cambiando de cuadra en cuadra hasta volver a ver la misma plaza, que indica finalmente que regresó al punto de partida.

Cada dos calles hay una línea de taxis, con rastreo satelital o al menos con radiocentral. Todos tienen facturas listas para entregarlas y le suben entre mil y 2 mil bolívares al precio estandar de la carrera si por mala suerte consiguen cola de 5 minutos; o si es mediodía en el centro o si pasaron las 7 de la noche. Con ellos regatear da poco resultados, pero se logran descuentos. Lo importante es recordar que cuando dicen que ir a tal o cual parte toma 10 minutos, ni piense en ir caminando. Las distancias allí no dicen nada, muchas cosas están muy lejos. Respire y haga la carrera con el taxista, llegará en 10 minutos o menos y solo costará 6 mil Bs.

¡Ah! nota aparte merecen los taxitas que trasladan al viajero desde San Cristóbal al aeropuerto de Santo Domingo del Táchira. Allí Fernando Alonzo queda de último. Han desarrollado la mega habilidad para adelantar entre curvas cerradas, andar a la par del camión de cabillas en un tercer canal de la carretera que solo cuenta con dos vías y lo hacen mientras tienen un autobús de pasajaros acercándose de frente. Estos amigos no conocen el freno; desaceleran, disminuyen de a raticos, nunca frenan. Mantienen
especialmente su canal cuando ven los conos de la policia vial, pero al pasar el último cono (mientras el vigilante los ve sentadito en la orilla del camino) asoman la trompa del carro, meten nueva velocidad y adelantan camión, carro, grúa, autobús o chuto sin temor ni disimulo. La meta es hacer la carrera en 1 hora exacta, ni más ni menos.

Los taxistas que no me gustan son los de Puerto Ordaz. Allí hay millones de taxis, quizá todos sean decentes, eso lo desconozco; pero sí estoy segura que TODOS son piratas. Estuve 15 minutos parada en una esquina y detuve no menos de 10 unidades de todas las formas y colores: carros nuevos o de hace décadas, de cuatro puertas o muy compactos, con vidrios totalmente negros o libres sin aire acondicionado, manejado por muchachos que preguntan ¿eso queda por tal parte? o por señoras que parecen ir a recoger a sus niños al colegio... taxis como una lo busque MENOS taxis de línea. Ningún taxi tiene radiolocalizador, ni placa distintiva, ¿factura? no mi amor, nada de eso. Todos usaban cartelitos fosforecentes quita-y-pon de TAXI para ofrecer sus servicios.

Las tarifas varían mucho; creo que tienen que ver con la cara de conocedor que una muestre, las gotas de sudor corriendo por la frente y el regateo. A ellos SIEMPRE hay que regatearles. Si consigue un taxi de línea (por ej. los del aeropuerto) una debe aferrarse al teléfono del chofer, prometerle todas las diligencias que se harán; regalarle un caramelito o chiclets es buena estrategia... eso so pena de pasar preocupaciones acaloradas a 37° de temperatura.

Los taxis de Caracas no los comento. Básicamente no los uso. No me gustan. He tenido susticos, como aquella vez que tomé un carro impecable, aún llevaba los plásticos nuevos en los asientos. El chofer era tan extraordinariamente amable que hablamos bastante y eso me generó extrañeza. Cuando a medio recorrido me dio la factura (¿o era su tarjeta?), yo empecé a estornudar seguido, sin razón aparente. Allí me dije amiga mía mantengase enfocada. Llame a un amigo y diga por donde va; no sea que se le ponga el mundo chiquito.... Los taxistas
de líneas son odiosos, muchos esperan que una les rinda pleitecía por sus servicios e imponen precios absurdos. Sin embargo, también he tenido algunos ángeles de confianza y es con ellos que bajo al aeropuerto cada vez que viajo, señores decentes que me dicen luego de su carrera voy a buscar a mi hija al colegio; por hoy ya terminé" mientras hablan de usted, preguntan si la música no me molesta y hacen su trabajo sin averiguarle a una hasta la marca del zapato que usa. De esos pocos (que yo conozca) hay que aferrarse porque no tienen precio.

4 comentarios:

fitziane dijo...

Buenísimo el post. Casi provoca regresar a Venezuela a hacer turismo de taxi.

Aquí en Tianjin sólo conozco dos tipos de taxistas: los que hacen el esfuerzo por entender mi mandarín y los que sordos que no quieren o no pueden escucharme los cuatro tonos. Menos mal que la mayoría son los primeros. Eso sí, todos estarían a gusto en Maracaibo.

Josianne
desde China

Jesús Nieves Montero dijo...

bueno, pues, el complemento perfecto para poner pies sobre la tierra y evitar la tentación de la idealización en la que a veces incurre valentina quintero...

salud!

j.

Lindisima dijo...

Muy buena crónica de nuestros taxistas nacionales, a mi me han salvado más de una ves de llegar tarde feliz fin de semana un beso

Naranjita dijo...

Yo ando muchísimo en taxi pero tengo mis taxistas de confianza, pero eso aquí en Caracas, no conozco taxistas de otras ciudades así que supongo que esta guía me puede servir de ayuda cuando viaje jejeje

Por cierto, tarde pero cumplí la tarea que me dejaste de las canciones de despecho...

Saludooos!