... a pesar de que casi me salía volando de la cabeza de Speedy González.
Verán, el fin de semana pasado nuevamente hicimos un viaje flash al interior del país y como todo funcionó suavecito, decidimos aprovechar el fresco de la noche para quedarnos a pasear por la ciudad. Lo más atractivo del lugar es el parque de diversiones mecánicas que se instala en la cada temporada. Es un parque bastante modesto, nada que ver con la antigua Ciudad Mecánica que se montaba en las afueras de Caracas hace aaaños. Aún así tenía lo necesario: tiovivo, gusanito (o mini montaña rusa), trencito, una especie de híbrido entre sillas voladoras y rueda giratoria, montaña rusa, par de atracciones infantiles, y par de atracciones extremas: el habitual Tapete y Atómico: un doble balancín gigante con elevación de casi 180° y gente gritando en un extremo de cada balancín.
Jesús nunca ha sido fan de las atracciones mecánicas. Yo deliro por cuanto aparato adrenalitoso exista. Así que me sorprendió mucho su invitación a amontarnos en Atómico. Sonaba hasta entuciasmado. Estábamos allí. La fila de interesados en subirse era corta, solo faltaba un poco de valor. Para ir calentando motores empezamos por la montaña rusa. La cabecita del ratón Speedy González atenuaba el tipo de "viaje" que se venía. Una recta, una subida progresiva de 5 ó 7 metros cuando mucho, daba paso al descenso circular de 3 vueltas una debajo de la otra que finalizaba en recta de descanso. En toda montaña rusa, la mayor emoción se siente en el primer vagón y en la cola. Conociendo a Jesús, le advertí del asunto y cuando insistió en ir liderando el paseo, me sumé sin chistar. Este turismo nocturno se ponía mejor cada vez más.
La tranquilidad que deja la vuelta inicial se cortó con el giro veloz que recibe de sorpresa en la entrada de la segunda y regaña mucho más cuando se llega a la tercera. Yo literalmente me elevé en estas vueltas en bajada. Los cuerpos se desplazaron con fuerza. Iba rápido de pronto y yo feliz... lo malo es que la cabeza de Speedy era tamaño niño. Las piernas de Jesús desencajaban. La barra de seguridad que nos debía mantener bien unidos al asiento no bajó del todo y quedamos un poco flojos, por decirlo de alguna manera. Sin importar lo bien sujetada que estaba, la gravedad y la velocidad hicieron lo suyo. Vuelta que va y yo que me elevaba del asiento. Junto a mi, Jesús incómodo en un espacio demasiado pequeño se fusionaba con el lateral del vagón; creo que no la pasó tan bien. Solo recuerdo que decía Está mal; la gente se puede salir del carro y se agarraba con lo que podía, pero la verdad es que se empotró el borde del carrito en las costillas.
Muy rápido, muy pronto terminó el paseo. Yo feliz, con la cara estirada por el viento helado pegándome en el rostro en cada vuelta. Él incómodo reubicando sus costillas en el torax. ¿Ahora? y mi cara de emoción solo decía Atómico. De hecho, a pesar de que andaba con vestidito primaveral y cholas, durante el paseo de la montaña rusa había resuelto cómo asegurar mi indumentaria una vez que nos subiéramos a Atómico: una chola como brazalete en cada brazo, el vestido prensado entre las piernas y resignación impúdica en caso de que se levantase en medio de la potente centrífuga. ¿Vamos?
... Eeeeh no vamos. Verlo de lejos y pensarlo es una cosa; verlo y repensarlo a la luz de unas barras de seguridad algo flojas, es otra. Para nivelarnos nos subimos al híbrido. Yo tranquila y relax me subí a mi cabina y adopté la posición que había pensado para Atómico, cholas-brazalete, brazos muy bien sujetos a la barra, vestido prensado entre las piernas. Jesús, entre menos ánimo, quejas, refunfuños y desconfianza aceptó seguir mi técnica de cholas-brazalete y se acomodó junto a mí. Sus dudas respecto al juego elegido se notaban sin pena.
En este paseo no hubo subidas abruptas ni acelerones sorpresivos. Subimos sí, y nos elevamos rotamos casi en 90°, pero fue un paseo calmado. La vista de la ciudad estuvo buena, noche clara, tranquila, este paseo fue total relax. Jesús, no muy quieto refunfuñó un rato más hasta que nos bajamos y caminamos cerca de Atómico.
¿Nos vamos ya, verdad esposa?... y bueno, una tiene que entender que a veces lo poco es mucho dependiendo de quien viene. Si belleza, está bien por hoy. Es fuerte ese Atómico. Si... se ve brutal, creo que no estamos para eso... y yo con vestido y cholas no me animo. ¿¡Segura?! ... Sí amor, vámonos. Ya por hoy madrugamos mucho y mañana nos tocan cuatro horas de carretera. 'Ta bien así.
Fue atómica despedida así sin nada más. Me encantan las ferias mecánicas. Me divertí como una carricita y me gustó cerrar un día de trabajo con este toque ligero e infantil. Jesús se veía muy cómico tratando de parecer gente seria en cada vuelta de la montaña rusa y se veía adorable complaciéndome al subirse al híbrido cuando estaba bastante claro que no comparte mi entuciasmo por los juegos "peligrosos", sobre todo, justo después de sentir que las barras de seguridad no necesariamente lograban mantenerme pegada al asiento.
Como quiera que sea, el simple hecho de haber jugado allí estuvo genial. Es la primera vez en cuatro años que lo hacemos junto, y lo mejor, es que fue su idea, solito, iniciativa total. Eso volvió una sencilla salida espontánea en un paseo altamente sexy... Creo que después de todo, si almaceno momentos menos duros de Acarigua.
4 comentarios:
jeje que buen paseito...y lo mejor de todo fue que no hizo demasiado calor por Acarigua
Saludos Martis
Jeje me gusta tu blog! Primera vez que paso, pero fue muy divertido leerte, al igual que tu paseito jeje... Saludos!
Uvita Lokita!
Que bello tu marido por complacerte. Me encantó lo de las cholas brazalete. Toda una nueva moda. Pero sobre todo, que bueno que escribiste otra vez. Siento que tienes rato sin escribir y me haces falta.
Que tierno ....mi esposo si ama esas cosas yo soy mas miedosita....pero no hemos tenido la oportunidad de ir juntos a una cosa de esas!!! Pero ya se que es una buena salida...
Un besito
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