domingo, noviembre 18

Rutas de a pie: descubriendo huellas

.. del pasado no tan lejano de Argentina.

Nuestro viaje tuvo un tinte mochilero con estilo, por decirlo de alguna
forma. En vista de que Cadivi no se nos portó como hubiéramos deseado, pateamos mucha más calle en Buenos Aires y lo hicimos con gran disfrute por largas horas. La bendición es que esta es una cuidad 100% caminable, a diferencia de mi querida Caracas, así que fue una experiencia placentera (y súper agotadora).

Salimos de Caracas con 6 mapas de caminatas obligatorias, pero estando allá nos dimos cuenta al 2do día que se nos acababan las rutas rápidamente así que Jesús, caminante empedernido, buscaba más cada día antes de salir, mientras yo me terminaba de levantar y arreglar para bajar a desayunar.

Nuestro día empezaba temprano. Los porteños son más calmados, ellos comienzan
a las 9 casi todo, nosotros a esa hora ya habíamos completado medio recorrido de 10 calles. Cada callecita de cada barrio se engalana con un puesto de flores maravillosas, como quiosquitos sorpresivos que saludan al transeunte y le regalan un toque de color y aroma para todo el día. Las flores son exquisitas, nunca vi tantas, tan seguido, tan bellas. Caminar en Buenos Aires es un sueño. Aceras de todo tipo te muestran los distintos gustos de las personas e imprimen un característico aire a los barrios. Muchas aceras son riesgosas porque las baldosas están siempre mojadas y flojas o no encajan, así que puedes pisar y torcerte un pie, pero bueno, una vez que se agarra la mañan todo funciona a la perfección.

En Palermo Soho las aceras tienen definitivamente personalidad. Cada frente de casa o edificio varía respecto a la anterior. Unas lucen baldosas grandes, pesadas, como de hace 60 años, y justo al lado pedacitos de piedra bien lijada se entremezclan con ladrillitos que hacen caminos. Luego mosaicos terracota y amarillentos hacen esquina frente a un edificio antiguo. Es un sueño.

La 9 de julio es distinta. Es toda grande, moderna, calzada blanca, mosaicos crema, piedras de distintas formas para delimitar los jardines. Cruzando la calle hacia la zona de tribuna
les el camino es de baldosas compactas y pesadas, como las que están en Sabana Grande, un bulevard para que el peatón se de vida, descanse en los banquitos junto a las flores amarillas o estacione su bicicleta. Solo se permite el paso de autos a los pocos estacionamientos.

Caminando se encuentra uno de golpe con placas de concreto, de metal, de losa, grabadas. Algunas con sobrias letras recuerdan la memoria de alguien desaparecido en ese lugar el día tal, del año tal, por las fuerzas del orden. Otras pintan un marco tricolor y apuntan que fulana fue última vez vista allí, el día tal, cuando fue desaparecida. Desaparecidos. Son muchos los nombres que me encontré en placas así. Me las encontré en el piso, en la plaza de las Madres de Mayo, en las paredes de algunos edificios, en una especie de murito en una plaza cerca del Congreso, cerquita de la Universidad Popular de las Madres de Mayo.

También me topé con piedras que representan personas y pepelitos que apuntan sus nombres en la parte de abajo de un elevado de la autopista. En Buenos Aires (y seguramente en Argentina) no se olvida. Esa conciencia historica, de lo que somos, de lo que perdimos, de lo que tuvimos, es importante y necesaria en las sociedades. Evita que uno pase la hoja sin haber aprendido nada y pretenda volver a reincidir en los errores del pasado. Eso acá nos hace falta...

Caminando una mañana recorrimos toda la zona norte donde están las embajadas, Plaza Francia,todo el barrrio Recoleta, Buenos Aires Desing. De allí a la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, al Cementerio, bajamos varias calles y huzmeamos en librerías intensas y menos comerciales, recorrimos toooooodo, shoppings incluidos. Otro día San Telmo de cabo a rabo; Santa Fé y la avenida de Mayo nos la pateamos de principio a fin (y vaya que son largas); Palermo bosques y parques fue uno de los paseos más extenuantes y bellos. Cuando nos fuimos a Puerto Madero no podía más. Anduvimos todos los diques, cruzamos al oeste y pateamos hasta llegar a la reserva ecológica, recorrimos el parque Italia, y regresamos sobre nuestros pasos a contemplar el Puente de la Mujer.

Ese día las ampollitas en los pies no me dejaban andar más y sin embargo, subimos varias cuadras hasta llegar a la estación del metro. Caminamos más de 30 cuadras antes de montarnos en el subte para ir a Tribunales, a tan solo 6 cuadras del hotel para bañarnos y volver a salir a cenar en algún buen restaurante por las calles porteñas, los que de paso, abundan.

Nunca pensé que en tan pocos días caminaría tanto.

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