lunes, noviembre 6

Navidad, navidad: que llegó en noviembre y no hay quien la pare


Al entrar el 1er de Noviembre el aire se llena de Navidad y es imposible evitar contagiarse o esconder la sonrisa que se asoma en la cara cuando se piensa en los regalos, las visitas, las cenas, la diversión y la unidad.
Para estrenar el ambiente navideño en mi blog, les dejo un relato alusivo a las fiestas que escribí hace 4 años para la revista Mureche.net. Espero que les guste.


De bolsas de carbón y desencantos

Siempre que llegan estas fechas es lo mismo: la agitación, la carrera, el apuro de regalos, ni imaginé las cosas raras que podían pasar... además cuando uno tiene 7 años, ¿qué puede ser más importante que los regalos y los mimos de todos?

Ese diciembre me sabía todas las respuestas. Había salido bien en el colegio como siempre (salvo el asunto de la mala nota en conducta que era una fija). La carta del Niño Jesús estuvo oportunamente escrita, re-escrita, revisada, ampliada, corregida, versionada y finalmente colocada en la rama más alta que alcancé en el árbol de Navidad. Me había esmerado en mi carta; ¡cómo no hacerlo! Me merecía muchos obsequios pero había madurado, así que limité mi selección a cuatro o cinco artículos, y no pedía la foto del cielo ni de la familia del Niño Jesús (creo que esas fotos formaron parte de mi lista de regalos en varias ocasiones). Evidentemente esta era mi Navidad. El Niño no podía tener quejas en mi historial anual de comportamiento. Yo era un ejemplo y merecía todos sus regalos.

Mi esperado sueño de una Barbie espectacular, incluyendo ropa y accesorios estaba a pocas horas de realizarse. Los otros pedidos eras juguetes complementarios; quien captaba mi atención era Barbie. Como siempre nos mandaron a dormir temprano, justo luego de la cena a las 10 de la noche; claro está que yo, niña consentida, tenía que quedarme faranduleando con los grandes... Además, en vista de que no había pedido las famosas fotos, tenía que ingeniármelas para captar, cual momento Kodak en mi mente, al Niño Jesús dejando los preciados obsequios bajo las camas de mis hermanos y la mía. Tuve a mis familiares bajo la mira, supe en todo momento dónde estaba cada quién, haciendo qué cosa. A mí nadie me vendía la idea de que los padres eran los delivery guys de los juguetes, que el Niño no existía... noooooo, eso jamás. Yo los tenía bajo control.

Estuve merodeando y jugueteando con las bengalas hasta que el reloj dio las 12:10 pm. A esa hora ante el revuelo que causaban los grandes y los ansiosos niños, salí corriendo a los cuartos “¡El Niño!, ¡El Niño! Se pasó la hora” y conmigo mis hermanos, cada cual a su cuarto a ver bajo las camas.

“Hey, que caja tan grande”, “Mira cuantos regalos”, “Esto pesa, ¿qué será?”, expresiones de mis hermanos, todos felices. Cada cual tenía los regalos debajo de su cama, un poco más a la derecha o cerca del closet. Los regalos de mis hermanos habían llegando pero no estaban los míos. ¿Y yo? Recuerdo mi confusión ¡mis notas eran las mejores!, mi carta fue la primera en hacerse, mi comportamiento promedio había sido bueno ¡YO QUERÍA MI BARBIE! Revolví todo el cuarto, incluso busqué bajo la cama de mi hermana 2 veces, yo antes dormía en litera y en el cuarto de al lado, quizá ese cambio hubiese causado confusión; revisé todo NO HABÍA BARBIE; NO HABÍA REGALO... ¡YO QUIERO A MI MAMAAAAAAA!

En las crisis infantiles las madres son el mejor consuelo, los oídos más prestos y las manos más suaves. La mía jamás fue la excepción. Me ayudó a buscar en cada cuarto, guiándome con frases muy útiles hasta llegar a su cama. ¿Qué caso había? A los adultos no les llegan regalos, además, el Niño siempre sabe donde están los cuartos de los niños... No encontré nada. Ella insitía: “Levanta el faldón del cubrecama” y yo seguía sin lograr que ella entendiera que el Niño no se equivocaba. Resignada, ahogada en mi desconsuelo, y con voz hondamente triste, acepté agacharme a ver bajo su cama... Y allí estaba: un regalo delgado y largo. “Aquí está mami, el Niño te trajo un regalo a ti... a mí, nada”. La ingenuidad infantil es terrible. Nunca creí posible que me pasara, pero mi mamá lo explicó sin rodeos: el Niño estaba muy apurado, se le había hecho tarde y yo había estado vigilando el pasillo y las puertas de los cuartos de tal forma que no le dio tiempo de hacer las cosas bien.

La Barbie era mía, solo un regalo, mal ubicado y a deshora; pero mía. Las lágrimas no me las quita nadie, menos mi confusión y mi profundo orgullo herido. ¿Por qué a mí? los hijos de mi madrina cuando no encontraron regalos bajo sus camas fue porque bajo el arbolito les esperaban bolsas de carbón de tamaños variables, bien identificadas y con su correspondiente lacito rojo. A otros niños sus juguetes les llegaban al día siguiente o en Reyes, pero ¿a mí? Nunca entendí las causas aunque, por si las dudas, creo que ese fue el último año que esperé al Niño vigilando la puerta del cuarto.

Ya de mayorcita comprendí todo lo que no pude ese día: el Niño era hábil pero no tanto, así que se apoyaba en los padres... menos afortunados. Mi vigilancia había sido tan férrea que mi mamá tuvo que hacer malabares para dejar los regalos debajo de las camas. Apenas me escuchó decir que era la hora, las puertas de los cuartos sonaron desaforadas, ¿qué hacer? Dejar el regalo en su cuarto fue la única forma de cumplir sin ser capturada. El Niño debía visitar muchos hogares y tenía que apoyarse en padres lentos... ¿cómo era posible?

Han pasado casi 20 años y aún recuerdo esa dura Nochebuena. Ahora me doy cuenta de que es mejor hacerse el loco cuando uno está esperando algo preciado, de lo contrario se corre el riesgo de que el regalo caiga en manos equivocadas. A pesar de la madurez obligada, insisto que las fotos hubieran sido una verdadera nota.
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Mureche # 24, Año 2003. Edición Navideña 2003

2 comentarios:

Andreina dijo...

Qué lindo cuento!!!
Casi lloro de angustia porque no lograbas encontrar la Barbie!
Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!
Genial la historia.
Y buena la lección también.
Saludos desde Barquisimeto!

martis dijo...

Andreina muchas gracias por tu comentario! Lo más cruel: es que es 100% real. Esa navidad fue muy impactante para mí, me sentí muy mal, de hecho me recuerdo minuto a minuto del susto y mi mami tan bella consolándome ;-)
Regresa cuando quieras. Nos vemos!! Saludos