lunes, septiembre 4

De cómo los uniwoks perdieron el juego

Cada año durante los meses de majot, yunot, junin y ensat, los uniwoks acostumbrabran reunirse y celebrar el "Canto Ancestral", una especie de fiesta de la vendimia cuyo eje es la transmisión oral de leyendas y la práctica de juegos típicos de esta comunidad. Su objetivo es asegurar la permanencia y promover la continuidad de la memoria uniwoka. Una de las historias que siempre se oye es "Cómo se perdió el bolwok", el juego más importante de su historia.

Ocurrió una "Noche de Reinas" en una oculta isla polinesia, cuando el cinturón de Orión destellaba con fuerza sobre el campo. Hasta ese entonces los uniwoks solían mezclarse frecuentemente con los biwoks, unos seres de voces graciosas, muchas siluetas, cuerpo formado por pares (de patas, de brazos, de orejas, de ojos), muy trabajadores, pero de escasa creatividad. Los uniwoks les habían enseñado cosas como hacer fuego, reírse y danzar. Conforme los biwoks se desarrollaban como sociedad, descubrían razones para imitar a los uniwoks más y más, pero en el fondo, les envidiaban por estar siempre adelantados.

Una tarde, cuando estaban en la selva recogiendo frutos, un grupo de jóvenes biwoks descubrieron el "bolwok" por casualidad (aunque algunos uniwoks ya lo practicaban y lo conocían como "eskimo"). Los biwoks acostumbraban a juntar frutos los cuales se repartían en proporción del trabajo realizado: quién más frutos conseguía, más llevaba a casa.

Ese día, por culpa de un animal asustado, algunos frutos rodaron por el piso y los jóvenes corrieron para alcanzarlas; entonces, los más pequeños los patearon para detenerlos y traerlos de vuelta al montón. Los más chicos pensaron que era gracioso la forma cómo rodaban los frutos y decidieron usar esa técnica cada vez que se les escurría algo. Poco a poco descubrieron que eran hábiles con sus patas pero extrañamente decidieron no mostrarlo a sus mayores ¿Cómo les explicarían que maltrataban la comida?



La "Noche de Reinas" era la fiesta donde ambas comunidades se unían, mostraban sus tesoros y ganaban el "Tazón de la Reina", que daba derecho a escoger las mejores tierras para el cultivo. Generalmente, los uniwoks acaparaban la atención y ganaban, ya era una rutina: ganaban 3 años seguidos y luego "perdían" un año, para volver a ganar los tres años subsiguientes. Sin embargo, esa vez no se repetiría la historia.

Cuando el vino se subió a las cabezas, unos distraídos uniwoks tropezaron desafortunadamente contra la mesa donde se ubicaba el Tazón, este cayó al suelo y comenzó a rodar por un sendero inclinado, directo a la hoguera mayor. Los adultos se alarmaron, los uniwoks mayores lanzaron sogas para atajar al Tazón pero fallaron, otros corrieron tras él; algunos adultos biwoks, algo más lentos, le lanzaron piedras para desviarlo de su camino, pero todo fue inútil; el premio de este año parecía perdido y con ello, empezaría una dura batalla entre las comunidades. De pronto, un grupo de jóvenes biwoks corrió desde el círculo donde danzaban y fueron tras el Tazón. Era asombroso verlos saltar obstáculos y mover las patas como gacelas. A pocos pasos del fuego, un delgado biwok que corría en diagonal, se lanzó sobre el Tazón y en un movimiento nunca visto, lo pateó de regreso a sus amigos. La multitud quedó en silencio. No había palabras. Todo parecía indicar que el premio de ese año sería para los biwoks ...pero los uniwoks no estaban listos para dejarse vencer.

"Robo, robo, ¡Los biwoks usaron magia para robarnos el Tazón!" gritaron furiosos los uniwoks. "¡Disimulan su fraude usando sólo los pies. Ese es nuestro juego!" repetían una y otra vez, estaban como locos y exigían su derecho a ganar el Tazón. En realidad, no les molestaba que los biwoks hubiesen utilizado el eskimo para salvar el premio, sino el perder sus campos de cultivo, pues estaban tan acostumbrados a ganar que ya no tomaban mayores precauciones.

Para evitar que las cosas se pusieran más violentas, los ancianos de las dos comunidades tomaron una decisión: "La forma de descubrir la verdad será en un duelo", y concluyeron que una competencia de eskimo (o bolwok, para los biwoks) era la solución. Todos callaron. Las reglas serían que dos grupos de quince individuos se enfrentarían entre sí para reunir el mayor número de frutos, debían evitar que llegaran al fuego y que los contrarios las reunieran, pues cada fruto perdida les sumaba una al oponente. En total eran 25 frutos de diferentes tamaños y se soltarían al mismo tiempo.

El duelo fue largo. Los jugadores se cansaban, paraban, respiraban y volvían; nadie bajaba la guardia. Cuando la constelación de Orión se hallaba en su máximo esplendor, pasada la medianoche, un rayo de luna distrajo a los uniwoks que vigilaban el fuego. Fue un instante, pero bastó para que siete biwoks se repartieran los 3 frutos restantes, estos se pasaron los frutos entre sí como si estuvieran danzando, iban y venían sin parar, los uniwoks trataron de seguirles el ritmo pero ya no podían correr. Los biwoks se hicieron con 15 frutos, ganaron el duelo, la reivindicación y el Tazón de la Reina.

Desde ese día se sintieron más seguros, confiaron en sus habilidades y dejaron de preguntar cada detalle a los uniwoks: ahora sabían cómo reír, cómo divertirse y cómo ganar. Los pueblos se fueron alejando. Cada uno se independizó del otro y desarrolló su vida de forma diferente. Poco a poco los uniwoks se mudaron, se concentraron en zonas más altas y frías, se radicaron en Irlandaw, Englaterra y algunas partes de Eurotaz. En el siglo 19 popularizaron el bolwok pero no tenían voz para reclamar derechos sobre un pasatiempo que ya formaba parte de la cultura biwoka; además, los biwoks podían dominar la pelota mejor que ellos gracias a sus dos patas... no había nada que hacer.

De allí en adelante el juego se transformó poco a poco, surgieron variantes, reglas y equipos. Los biwoks lo mejoraron y lo propagaron hasta el Nuevo Mundo. El bolwok cambió de nombre, ahora algunos le decían "soquer", otros "fúcbol"; en Irlandaw y Canyda practicaban una versión gaélica, muy parecida al original eskimo uniwok, pero eso ya es otra historia: una historia biwoka.

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Un pequeño fume después de mis años universitarios. Como me era completamente indiferente el fútbol quise hacer algo diferente y cumplir mi tarea. Mureche #15, Simplemente fútbol.

1 comentario:

Jesús Nieves Montero dijo...

Un par de meses después del mundial, pero bienvenido igual...

¡salud!

j.