Es oficial: uno cae en cuenta de que Diciembre ya está muy cerca cuando en la oficina, en el instituto, entre las vecinas empiezan con el cuentito del juego del Amigo Secreto.
Frases como "te regala Fulana"; "Menganito no va a participar. ¡Qué antisocial!"; " Mi amigo secreto debe estar muerto porque ni los buenos días me da", etc., etc. Se vuelven a sacar del cajón de los recuerdos y todo el planeta gira en torno al proceso de los regalos diarios, las reglas del juego, las ids y venidas del averiguador del grupo que sirve para conocer qué cosa desea como regalo final el afortunado Amigo Secreto, y claro está se invierten muchos minutos en conversar, imaginar, rememorar y planificar el evento principal del juego: el día de entrega de regalos, mejor conocido como el día Del Intercambio de Regalos.
Pero todo el proceso de este tradicional juego puede volverse aterrador para muchas personas. Sea por las implicaciones de no participar, como las de participar. En el fondo, el amigo secreto es una gran excusa para “analizar” la conducta social de nuestros compañeros de clases, oficina, edificio, iglesia, etc.¿Y por qué lo digo? Bueno porque son muchas las rutinas, las conductas y las coincidencias que uno observa mientras pasan los días del juego. Hablaré de esto en otros post, pero siento que al final del día, este es un juego donde nadie parece ganar 100% o al menos, gana una minoría afortunada.
Todo empieza en la Fase I: Preparar el terreno.
La idea surge como un día soleado: just because. El incitador del juego comienza a preguntar como a la deriva si quieren hacer amigo secreto, pues es casi cierre de año y el año anterior la cosa estuvo tan animada.
También se emplea la técnica del chisme indirecto, ese que comienza con
– ¿Sabes que Domitila está furiosa con su amigo secreto? Y uno indiferente, haciendo como si hablara polaco.
- No le regala nada y ella todos los días le deja chocolates, dulces, tarjetas, está furiosa.
Y uno por educación mueve milímetros la cabeza hacia la derecha y entre abre los labios para murmurar un Ahmmm.
- Por eso le dije que se metiera en el de nosotros, que aquí la gente es chévere.
Y uno solo atina a pensar ¿Quién es Domitila?. . En fin!
Sin importar el método el incitador ya corrió la voz. Poco a poco gana el apoyo de los más animosos –o los más cínicos- y prontamente hay un rumor/certeza entre los presentes: Mi nombre será papelito un año más en la cajita de la verdad.
Fase II: Tú juegas, tú no.
Llegar a ser un papelito a seleccionar tampoco es fácil. Una pequeña tortura preselección opera para llegar al lugar donde todos los participantes seleccionaran a su amigo secreto. Hay quienes pueden jugar y quienes no; hay quienes juegan aunque digan que no y otros a los que ni se les menciona el asunto para que no se les ocurra participar.
Están los jugadores honorarios –esos que son del salón o de la oficina del piso 9 pero que son taaaan amigos que seria mal educado no incluirlos. También hay casos convenientes. Por ejemplo: si la señora de contabilidad odia este juego ¿por qué incluirla? AH! Porque sino lo hacen, se pensaría que en Mercadeo son todos unos creídos que no se mezclan con el resto de la oficina. Solución: todos se meten, y se les avisa justo cuando es imposible retirarse. Estas son participaciones convenientes.
A veces ocurre que tienen un comité organizador “democrático” y te pregunta si deseas participar o no. Allí vemos realmente cuanto se aprecia o no a algún participante, porque las caras delatan muecas alegres, sorpresivas o de desagrado y uno debe morir con eso…al menos formalmente. “Sí vale claro que juego” y “Este año estaré de viaje justo ese día” pueden ser entendidas como CLARO QUE SI JUEGO, si la persona es querida por el comité y se inventarán maneras de hacer posible que participe y la pase chévere. Pero si no es muy apreciada será un “Que lástima que no puedas jugar. Chao” y punto final.
Siempre he participado. Voluntariamente o no, siempre mi nombre ha sido un papelito más en la cajita de la verdad. Cuando veo mi nombre escrito en la hojita blanca, doblado y lanzado a la cajita de la verdad, no puedo evitar pensar miles de cosas locas. ¿Y qué pensarán los demás papelitos? ¿se angustiarán tanto como algunas personas del mundo real? ¿emitirán ondas radioeléctricas para avisarle a la mano que los busca “Aquí estoy, elígeme a mí”… o por el contrario emitirán mensajes direccionales, para que la mano del más inocente atine a extraer el papelito con el nombre del jefe y así hacer el resto del camino más ligero para los que vienen detrás?
Y ese es solo el comienzo de la Fase III: ¿Adivina quien es Mi amigo secreto?. Esta fase da para mucho, pero comento de ella más tarde. Ahora debo ir a vitrinear, para ver si consigo el regalo final de mi Amigo Secreto, que por suerte es fanático de Los Leones del Caracas, así que serpa un regalo sfácil de encontrar.
2 comentarios:
Cierto, cierto. Añadiría también la rabia cuando te dan un regalo que: a) vale la cuarta parte de lo estipulado; b) no se parece en absoluto a tí; c) fue dado con rabia o fastidio, y eso se "siente".
Slds
Monique
Jajajaja, esa es una fija. Tengo que continuar con la serie del Amigo Secreto. Me falta hablar de los regalos, de lo que se pidio y lo que en realidad recibimos, de los regalos "sorpresa" y los regalos "artesanales" por no decir hechos en casa la noche anterior invirtiendo sobrantes de regalos terribles ya en desuso. Jeje
Besitos Moniq
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