jueves, septiembre 21

DepilAY!: la tortura de despedirse del pelo

Con tanto adelanto tecnológico sería ideal que uno pudiera decidir "Nada de vello acá", "poco pelo allá" y hacerse realidad de forma sencilla e indolora. Opciones hay muchas, tan variadas como la lata que representa el proceso para deshacerse de los pelitos corporales. El hecho es que una va evolucionando conforme madura y descubre nuevas alternativas en la vida.

Yo pasé de la hojilla a la crema depilatoria por curiosidad. Me pareció que ésta última era un sueño -sí, mal oliente y un poco aterradora en caso de alergia- tan corto como las minifaldas de Paulina Rubio. A pesar de eso, me gustó usarla en ciertas ocasiones y en lugares específicos del cuerpo, como el bozo.

Inconforme como es una, me aventuré luego de muchas pesquisas a usar cera. No como lo hacía mi hermana, que tomaba su potecito y luego de calentarlo "in house" se dedicaba con talco, paciencia y show a depilarse a lo largo de varias horas, para lucir unas piernas lindas. Me tomó unos años treverme con la cera y después de la dolorosa inaugural me acostumbré a usarla en las cejas, las axilas, el bozo, las piernas, la línea del bikini y cada vez más. Probé con cera de abejas, con antialérgica, con preparados de aromaterapia especial de tal marca; el secreto no era el origen sino la mano de la aplicadora. Conocí a quienes se aplicaban láser para eliminar el vello, otras, usaban la electricidad y creo que si hubieran inventado una técnica con acupuntura acuática seguramente me habría anotado en esa lista para probarla. Sí me juré no usar jamás electricidad para eliminar el vello. Mi amiga de la universidad me mostraba sus piernas pálidas, llena de puntitos negros y ocultas en pantalones eternos para evitar que el sol acabara por sellar las quemadas sistemáticas que se hacía en cada sesión con estoico masoquismo. No señores; yo jamás usaría un método que me causara más dolor que un simple arrancón bien dado.

Hoy en día confío en la hojilla, para casos de emergencia, y en la cera, para momentos de más calma. Precisamente, este viernes tuve uno de esos ratos largos en la agenda y bajé a depilarme las cejas. Con las cejas se va sobre seguro: es una zona casi indolora, incluso es más suave usar la cera que la pinza. Me dispuse tranquila, expliqué a la chica que mi piel es EXTREMADAMENTE delicada, que soy alérgica hasta al algodón más empleado y ella trató en todo momento de escuchar lo que decía. "Uy está un poco caliente" y bueno, se tomó el momento para enfriarla. Sin embargo, no fueron suficientes mis alertas. Por primera vez en mi vida me tocó sufrir en cara propia el dolor de una quemada por mala técnica. No bastó con decirle a la chica que me ardía un poco. Que tuviera un poco de cuidado. Ella se ufanó en darme una cepillada perfecta en mi ceja derecha. Jamás había percatado que el cepillito de cejas lacerara de tal forma. Cuando finalmente entendió que REALMENTE me ardía, pues diligente me pasó un algodón humedecido con algo -aceite creo yo- para "aliviar el ardor". Terminó luego de sacarle brillo a mi piel enrojecida. Salí casi corriendo a lavarme con agua fría en la oficina tratando de que nadie me viera. Hoy sábado me levanto en dolor y asombro. Lavarme la cara jamás había sido tan interesante: sacudo el jabón, abro mis ojos y veo la bella quemada de 5 centímetros de longitud en mi ceja derecha. Un recuerdo de trabajo bien hecho, con calidad y profesionalismo. Afortunadamente me arriesgué con las cejas. Mi idea era probar que tal esta chica para luego pasar a la línea del bikini.

Ahora me veo en la fila de espera de la sala de Kruling. Leo el folletito de precios mientras la señorita delante de mi recuenta los maravillosos beneficios de usar el láser en el tratamiento del vello corporal. No hay vuelta atrás. La marca marrón con costritas semejantes a un buen golpe propinado certeramente poco más arriba de mi ojo, me hace pensar que ésta podría ser la solución apropiada. Mi línea del bikini no se conforma con afeitadora. Respecto a mi rostro, pasaré el lunes a armarle el rollo necesario a la encargada. No sé cuanto tiempo pasará para que se me quite el dolor de la ceja. Estoy segura de que no podré depilarme de nuevo hasta que se me olvide la piel. Lo que sí es seguro es que bien vale el arreglo y la afeitadora sería muy radical para mi cara. Mientras espero mi turno oar anotarme en el tratamiento recuerdo que también puedo hacer el trabajo en casa, pero mi hermana experimentando con las tiritas depilatorias quedó a medio camino entre una ceja perfilada y otra casi inexistente. Así que me anoto en la lista, teléfono, nombre, señas. Todo sea por sentirme de nuevo a gusto.
El láser allí me asusta pero la pinza es poco sustentable y ni hablar de imitar a Borges una nueva semana.




3 comentarios:

Jesús Nieves Montero dijo...

demasiado femenino para comentarios más profundos...

aunque el modelo mediterráneo, de negligente y anáquico crecimiento de vellosidades no es mi favorito...

así que salud por la variedad de métodos... (la alternabilidad de opciones depilatorias?)

j.

Anónimo dijo...

Cheja, cuidado con Krulig, él me puso dermafill en los surcos nasogenianos y me quedó una pelotita dura adentro de la pile para siempre...

No se nota, pero da como cosa...

Slds

Evelyn dijo...

Auchhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!
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