De niña leí la historia de una actriz de Hollywood que desarrolló cierta paranoia persecutoria. Recuerdo que hablaba de sus temores, de la constante supervisión que recibía y del insomnio que le causaba ser despertada -noche a noche durante años- por unas frías manos en su espalda. Tormento inevitable: las manos que la despertaban eran las suyas, o mejor dicho las de “ella”, su otro yo que la vigilaba y la castigaba por haberse convertido en la famosa actriz a quien todos admiraban, ordenaban, amaban, dejaban y manipulaban.
Allí descubrí la realidad de que a pesar de luchar por mantenerse unido, la posibilidad de escisión late en cada ser humano. Ser un géminis viviente es algo más grave que decir “Fulano salió del closet”... la idea de la doble personalidad me fascinó. Todo se resumía en hacer que el mundo la aceptase a “ella” y la diferenciaran de mí. Así pasó.
Pensé que era recomendable exponerle a todos el momento en que se aclararon mis dudas pero se enredaron mis problemas. Mi caso era como el de cualquier persona clase media – media: hija media, estatura media, desempeño medio, aspiraciones medias, talentos medios. Mi fortaleza estaba en mantenerla a ella doblegada, actuando bajo mi sombra. No le decía a mis padres en plena cena: “Oigan, que se olvidan de la fiesta que “ella” tiene esta noche... ¿no le van a recordar llegar temprano como me lo exigen a mí?”, le daba su espacio con precaución. De la calle para afuera, desde el mismo día de empezar la universidad, ella mandaba, pero yo diluía sus planes con cierta frecuencia para recordarle quién estaba al mando. De la puerta hacia adentro yo entraba en acción, mientras ella procuraba marcar su territorio forzando las reglas de la casa de vez en cuando. La nuestra era una relación interesante, retadora. Dábamos una sola exitosa cara ante el mundo: la mía.
Mi vida siempre me gustó y entiendo que ella también lo pasó bien, aunque se escapaba cuando trataba de involucrarla directamente en mi cotidianidad. Para mantenerla contenta, hacia cosas por ella. Hasta le abrí una cuenta de correo electrónico que sirvió para que viviera su primer romance de oficina. Lo disfrutó mucho a mi costa ¡en qué clase de situaciones me puso! Como el día aquel cuando su tormentoso valentino la sorprendió de espaldas en la oficina y la abrazó casi fusionándola con su cuerpo. Me paralicé. Sólo reaccioné cuando su jefa los descubrió. “Por favor dígale que me suelte o le pego” respondí entre nerviosa y confusa. Él inmutable, adoró el momento, mi cuerpo temblando y mi rubor. Ella aún saborea cada instante cuando recuerda ese día. Ese día sentí la imposibilidad de recoger el agua derramada. Llegamos al punto que había querido evitar: ella me usaba.
Admito que no todo lo que hizo fue para mal. He disfrutado algunas de sus “licencias”; a veces, cuando estoy demasiado agotada me tomo “un día libre”, unas vacaciones de mí misma que ella capitaliza como sus conquistas personales o amorosas, a pesar de ser yo quien siempre recoge los platos rotos.
- Es suficiente. Son más de 20 años en este plan. Una de las dos debe tomar una decisión y vivir su vida independiente. Puedes irte -le dije hace unos meses-. Esta era la segunda o tercera vez que la emplazaba; sentía que lograba hacerla reflexionar y ella cambiaba.
Hoy despierto como aquella actriz a media noche. Las manos que se posan en mi espalda no son las de ella, son las mías. No me despiertan para castigarme, no; sino, para masajear sumisa la espalda que fue mía y ahora es de ella. Para disfrutar una vida que creí mía y ahora descubro que fue una trampa genialmente planeada. Ella me llevó a su terreno. Me animó a estudiar lo que ella disfrutaba, me sedujo con sus hombres, me pasó los manjares más atractivos por la boca y manos para enloquecerme con lujuria, pasión, vanidad y ego. Un adicto debe reconocer su realidad para lograr la cura. Yo reconozco la mía, pero no tengo fuerzas ni ganas de cambiarla. Cualquier cosa que planee ella lo sabría de antemano pues dos cabezas piensan mejor que una: pensó a través de mí para conocerme desde adentro, me dio confianza y cuando el momento fue oportuno ¡zas! azadón mediante, decapitación limpia.
Mi vida ya no es mía; vivo en su mundo, con sus reglas, y hasta lo único mío, mi cuerpo, combina mejor con su personalidad. La otra soy yo, la escisión ya no es tal...... ¿alguien necesita un doble para descubrir su verdadera esencia? Ofrezco mis servicios, honorarios bajos y gran experiencia.
2 comentarios:
Qué lindo Martiña!, de verdad me gustó mucho.
Martucha, cuidado con esas dos. Trabaja mucho internamente para crear consenso y concilio. Generalmente en el día a día no hay problema porque se complementan, pero ante situaciones border line la lucha puede ser fiera...
Slds
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