Los viajes de realidad virtual cada vez son mejores. Cada vez es más factible tener una total experiencia sensorial que “reviva” los mejores momentos de la vida, sin siquiera haberlos vivido realmente. Gracias a estos viajes he perdido el miedo a volar, he recobrado experiencias de épocas anteriores y ahora puedo revivir mis encuentros con la nieve. Así he igualado mi marcador personal con recorridos turísticos; así espero igualar mi marcador con ella (la nieve).
Nieve. Siempre quise disfrutarla a plenitud; sentirla entre mis dedos, diluirse fría en mis cabellos, quemante en mi retina. Desde los 6 años de edad sé lo que es el hielo... y no me refiero al de nevera, no señor. Me refiero al hielo que queda después de una nevada fuerte y gruesa, que recubre caminos, rocas, puentes... ese hielo que adormece los brazos y los oscurece cuando quema.
Lo descubrí por primera vez en Bariloche. Frío glacial que resonaba por todo el bosque cuando deshelaba y caía al río; era hielo parejo, cumbres heladas en la montaña, todo blanco alrededor, hielo debajo de mis pies cuando me advertían: “Cuidado, está caminando sobre un cauce congelado”... Bellísimo; pero no, no había nieve, ni rastros de ella por venir. “Ayer nevó y fue hermoso, seguro que hoy...” sí, claro, seguro.
Mi segunda (y tercera) oportunidad se escurrió en el pico El Águila. Fui sin expectativas. Quizá sólo esperaba una fría brisa que resecara la garganta y cuarteara la piel. En estos casos es absurdo obsesionarse. Pero el día cambió, el viento se hizo pesado -casi irrespirable-, lluvia menuda y persistente. Esperé. Esperamos. Pero fue tiempo de volver ¿y la nieve? Bien gracias.
El titular del siguiente día señaló, sin embargo, que "la nieve pasó por allí y se quedó la noche entera". Ironías. Ya de grande me di por vencida. Ensayé la pose de “dejar hacer, dejar pasar”, sin pasiones por la nieve. Pero no. Me tentó. Este año mis hermanos saciaron su curiosidad viviendo "LAS" nevadas.
Mientras uno de ellos disfrutaba a sus anchas en los Alpes Italianos, y la otra se distraía familiarmente haciendo ángeles blancos con los compañeritos de guardería de su hijo; yo, admiraba las fotos en el trópico con indignante frustración. Fue en la florida y soleada primavera canadiense cuando comprendí que debía tomar acciones.
De madrugada, mientras embarcábamos en Venezuela, allá Canadá se teñía de blanco: nevada sorpresa para recibirme y hacerme entender que no me dejaría en paz. Durante dos días nos acompañó. Tras cada amanecer, una delgada capa de nieve acumulada debajo de los árboles y en las aceras me recordaba que estaba más cerca pero aún lejos de igualar mi marcador.
"Pero si eso no es nieve, eso es suciedad; nevada buena fue aquella de finales de febrero cuando...", me explicó mi hermana, y yo, con ganas de... bueno, al menos mi sobrino en algo la apreció. Tristemente lo veo seguir mis pasos en busca de otra ocasión de sentir la nieve sobre su cabeza y derretirse en sus dedos, y sentir que quema como me quema el brazo cada vez que la toco. ¿¡Quemar!? Bueno, en realidad arde con furia en mi brazo derecho... Cuando mi sobrino se quitó el guante para hacer una bola de nieve...
- ¡ARDE! ¡basta! ¡basta! ¡OIGA!
Los operadores corrieron prestos a la cabina 205 para tratar de solucionar el incidente. “Enviroment Reflex” presta un servicio de muy buena calidad: confortables cubículos de 2x2, full equipados con lentes y catéteres desechables, solución ilusional lumínica auto-administrable, temperatura regulable.
- Disculpe señor, ¿cuál es el inconveniente?
- Este sensor está averiado. ¡QUEMA FRÍO!
- El anterior usuario de la 205 siempre ocasiona trastornos. Por alguna extraña razón, quien desee usar la 205 luego de él, recibe un ambiente gélido y experimenta fuerte ardor en el brazo derecho justo cuando se inyecta líquido ilusional por el catéter; sin embargo, es el mejor cliente y paga mucho por disfrutar un viaje virtual 100% sensorial.
"Nuestras excusas señor. Por favor pase a la Supreme5000, le obsequiaremos un upgrade de sesión por cuenta de la casa. Vamos a cerrar temporalmente la 205 para verificarla".
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Mureche #26, Año 2003. Mureche Mapamundi
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