miércoles, diciembre 6

Navidad llega a la oficina: ¿pongamos un arbolito! (I)

Llevar el espíritu navideño a la oficina puede ser una tarea laboriosa. Sin importar la satisfacción final que se logre por ello, es un proceso que hace pensar si realmente vale la pena cada año pasar por lo mismo; y es que ocurre así siempre.

Me explico:
A 95% de las personas con las que trabajo le gusta la Navidad. A estas personas les gusta el ambiente navideño y suelen contar como en la oficina de tal o cual cliente ya decoraron y todo es "una belleza".

Estas personas, cada vez que el tema del arbolito y las decoraciones aflora en alguna conversación, acota que "el año pasado quedó bello" y recuerdan que "Mengana se lució comprando un montón de adornos".
Para rematar, estas mismas personas son las que hacen
el push para que en administración o en servicios generales se les despierte el remordimiento navideño y aparten un tiempito de su jornada para buscar en el sótano o en el cielo raso, las bolsas y cajas que contienen toda la parafernalia decembrina. Con tanta buena vibra respecto a la navidad y la decoración de la oficina, se esperaría que estas personas lograran establecer con velocidad qué se decorará en la oficina, cómo, cuándo y cuál será el mejor procedimiento para lograrlo; pero no es así. TODO LO CONTRARIO.

El proceso muestra sus costuras desde la simple idea del árbol:
Discutimos el tema del origen: si plástico o natural; si es plástico ¿usamos el del año anterior o uno nuevo?; si es natural ¿compramos uno canadiense o uno criollo?
Si es plástico y nuevo, entonces el problema es cuán verde lo queremos, si con escarchado tipo nieve o unicolor tipo manguera de incendios; quizá mejor en tonos degradé para que parezca más natural pero con ramitas suaves porque las otras parecen limpia-teteros.
Si es de plástico y nuevo, también hay que evaluar su forma de armando: si lo queremos tipo paraguas, esos árboles que se abren y ya; o lo queremos ensamblable de rama en rama para ir colocándolas todas desde la base hasta el tope.


Superado este asunto, revisamos las dimensiones: ¿alto hasta el techo o tamaño persona?; ¿delgad
o y armónico, o retaco y mullido?. Por fortuna en este es un tema se ponen de acuerdo con facilidad.

Donde comprar el arbolito también se discute: todos conocen un almacén donde existen los más bellos con buenos precios, un lugar que toodos aprueban pero al que no se podrá ir porque es muy lejos, se necesita camioneta (que nadie quisiera prestar), y solo se cuenta con un voluntario que maneja un carrito compacto de 2 puestos. Así que el pinito en cuestión se compra en la esquina, donde el chino de siempre. Los encargados de hacerlo mascullan frases de desagrado porque ¡qué se la va a hacer! si nadie colabora… No importa si esto era lo más conveniente.

Cuando se busca un pino natural, la cosa podría complicarse extra, porque el kiosko donde se vende el árbol debe garantizar su frescura, el pino debe estar enmallado, chequear que no quede un rastro de hojitas; incluso ver si realmente huele a pino natural.

Ya con estas disertaciones democráticas llegamos al 10 de diciembre y aún no tenemos el
pino colocado en la oficina. Pero hemos progresado.

Ahora el tema pasa a la parte ornamental, el fashion, la conveniencia estética de las decoraciones. Preguntas como la ubicación del arbolito son fáciles de contestar porque siempre se coloca en el lugar exacto del año anterior.

Los adornos siempre generan controversia: los viejos o los nuevos, ¿tenemos presupuesto?, ¿decoramos a tono con el resto de la oficina?. Los colores y el estilo de la decoración tiene que ver con el feeling del que atreva a comprarlos, la practicidad del que los colocará, el buen gusto del decorador (porque en cada oficina siempre hay alguien que destaca como decorador), el estilo de la empresa y los jefes, pues quizá por nada del mundo acepten un árbol art-deco... vestir de fiesta al pinito es ya tarea titánica.

2 comentarios:

Jesús Nieves Montero dijo...

Por eso es que hay que defender la democracia participativa y protagónica donde uno solo participa, protagoniza y dice si se pone o no árbol, cuál árbol, cómo se adorna, y los demás a sus labores...

saludo autoritario!

j.

martis dijo...

Jajaja, gracias amor; digo Señor!. Ese acento protagónico y participativo era lo que me faltaba comentar para que la tarea de decoración navideña estuviera completa. Besos