martes, octubre 24

Había una vez en una noche tranquila


Los niños por fin duermen y él puede regresar con su esposa a invertir el tiempo en las caricias pendientes desde hace días. Julián colocó el libro en la repisa azul y echó un rápido vistazo a la habitación de los morochos. “Todo parece en orden”. Quizá la ventana estaba muy abierta pero con el calor de los últimos días una leve brisa sería bienvenida. Sonrió. Lo que le esperaba en su cuarto no debía demorarse más.

- “
Prohibido ausentarse en horas laborales. Revise sus respuestas antes de empezar. Sacuda sus ideas. Cárguese de buenos consejos”... PURA BASURAAAAAA. Puras buenas intenciones, puras maravillas, pura esencia... Déjeme en paz. No pedí este trabajo ni tengo que hacerlo a su modo”. Rumiar frases es tan inaceptable como permanecer día tras día encerrada en la torre; una tortura que debía disfrutar como sus antecesoras pero ella no soportaba. La actitud de Tsuni nunca fue la convencional para alguien de su rango. Su cabeza reventaba de ideas, su espíritu quería salir, afuera, sin regreso, rápido; pero estaba tan pesada por la carga obligada de polvo de estrellas que era casi imposible escaparse y volar hacia tierras donde no la buscasen a diario para realizar sueños. Lo intentaba cada noche. Respiraba hondo, miraba a su alrededor, chocaba los talones con un decidido golpe y emprendía el vuelo. Toda su energía para alcanzar una ventana tan alta que nunca... pero intentaba a diario, un día ¡zas! La historia sería otra.

La habitación de los niños era amplia, con muchos libros y varios juguetes. El único problema eran las paredes internas un tanto delgadas, que dejaban pasar el ruido de la habitación contigua sin muchos rodeos. Probablemente fue esa frágil construcción que hizo vibrar la repisa de libros que se apoyaba en ella. Probablemente fue la brisa de media noche que se coló con fuerza entre las cortinas y coincidió con algunos “golpeteos” provenientes del cuarto de junto, no lo sé; pero el delgado volumen de historias se resbaló y cayó boca abajo, entreabierto en el suelo. Supongo que allí empezó todo.

"
¡AAAAAY! Carajo, ¿qué pasó?". En un acto sorprendente, del libro que cae y choca contra el suelo, y del impulso de autoexpulsión de un pequeño ser, se liberó un hada que siempre debió ser retenida por su furia en un frasco de papel con cerradura de plata. La experiencia fue extraña. Parecía una distorsión de la realidad. Con los ojos muy abiertos se encaminó por las figuras peculiares; tropezó con ciertas formas mullidas de colores brillantes. “Tierra de gigantes; llegué a tierra de gigantes”. Chocó sus talones para elevarse. Tomó vuelo tan alto como pudo y se posó en el centro de la habitación; era una visión de miedo. Frente a sus ojos, un par de estructuras marrón, pesadas y muy grandes con algo encima indescifrable se movían como respirando. Sonidos ambientales graves, algunos más agudos. La adrenalina fluía. “Liberada de obligaciones cumplo con mi ser. Disculpas no debo.” Conforme Tsuni asimilaba el entorno su aleteo cambiaba de ritmo. Imaginarse viviendo el recién conquistado desempleo le hacía aletear con más intensidad que nunca.

El golpeteo de junto se repitió de pronto. Ella ni se percató. Revoloteaba de derecha a izquierda absorbiendo partículas de una atmósfera nueva, vaciando una estela de fino dorado con cada movimiento. “
Demente al creer que no podría. En tierra de gigantes nunca me buscarán”. Dicha plena aliñada con curiosidad e imaginación precoz de un hada de sueños. Las vibraciones viajaron por las paredes acompañadas de murmullos de voces entre exhaladas y agitadas. Eventualmente captó su atención, agudizó sus oídos. Su corazón latió doble y le hizo aletear a destiempo por un segundo, descendiendo centímetros en caída libre. Se repuso, su sistema interno entraba en alerta. Sobrevoló hacia las estructuras marrones “¿Habrán notado mi ausencia?”. Regresó, giró en círculos. Seguramente sabían que no estaba en la torre, seguramente la estaban rastreado. ¿Esas voces vendrían tras ella? Las preguntas le golpearon el pensamiento.

- “Uhmm... no te vas escapar”.

- “Shisss... no hables tanto”.

La sutil vibración de las repisas hubiera pasado desapercibida si no fuese por una hada sobreaviso. Miró de nuevo el horizonte, divisó el delgado libro que yacía en el suelo y voló hacia él sin variar su altura. Más ideas bullían en su cabeza. Los sonidos exteriores se apagaban pero percibía movimiento en aumento, seguro se acercaban. Su corazón latió rápidamente aunque esta vez controló la intensidad de sus alas. “
Enfrentarse al objeto de perturbación. Dar la cara". Su mente hervía como su sangre. No podría escapar en tierra de gigantes. Los suyos la buscaban, pronto la prenderían. Su rastro dorado no se desvanecería por horas, su olor impregnaba el aire, podían sentirla a millas de distancia. Tsuni se agitó una vez más. “La torre. Regreso, nadie cuestiona mis actos. Me encuentran, pierdo mi reino; castigo eterno”. Respiró hondo y empezó a descender. Mientras más se acercaba más podía sentir el movimiento, la energía que surgía del fondo. Sus alas modificaron su ritmo, más lento, más denso, el sonido cambió con el olor del ambiente. Estaban cerca, podía sentirlo. Miró el libro cenitalmente, con tanta agitación su piel distaba mucho de estar lívida. Tragó grueso mientras gotas doradas transpiraban de sus alas. “Será así” pensó. Descendió aun más lentamente, la resistencia del aire entre sus alas se había modificado. Estaban muy pesadas.

- “Hey... ¿oíste?”

A menos de seis centímetros de la entrada vibración repentina con onda sonora la distrajo. Perdió la concentración. “¿Qué ocurre?” Un frenesí instintivo cual colibrí en primavera la empujó hasta el horizonte. Sintió vibraciones fuertes, surgían desde el extremo opuesto, viajaban por las paredes y llegaban hasta el libro. “
Volar, buscar. Antes de regresar debo ver”. Tsuni ascendió hacia la izquierda, veloz buscó la fuente de las ondas que se desplazaban en la distancia, se acercaban, su piel se erizó. Tsunami de viento.

“Niños, ¿todo bien? Escuché ruidos”. Julián asomó su torso tras abrir la puerta con un solo movimiento. El gastado silencio de una noche cualquiera sólo se alteró con su estornudo. “¿Y este polvero?” Julián dio un nuevo vistazo a la habitación; la ventana sí estaba demasiado abierta pero todo lucía normal, simplemente se había caído un libro. No lo recogió, ¿para qué? Era una noche tranquila de esas habituales, comunes y corrientes, en las que se escapa un hada y termina pegada contra la pared cual estampilla por estar de curiosa, deseando ver de cerca la vida de los gigantes.

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Mureche # 25, Año 2003. Cuentos fantásticos.

1 comentario:

Jesús Nieves Montero dijo...

sin duda un relato con una magia especial...

salud por las hadas!

j.